Riojano en Chile
PRIMITIVO Gurpegui, Primi para los amigos, es decir, para todos los amantes del vino, los toros y la buena mesa, es una rara mezcla de audacia, tenacidad y entusiasmo, incluso en tiempos de mudanza. Capeado el temporal de sus bodegas españolas con acierto, se ha ido a las Américas a buscar fortuna, en este caso bajo la forma de un viñedo en el Valle Central de Chile, donde se elaboran los mejores tintos del país. Y allí se ha impuesto la quimérica tarea de hacer un vino chileno con espíritu y carácter riojano.
Para tan alto empeño, Gurpegui y un enólogo francés se valen de la uva pinot noir, de difícil y esquiva elaboración, pero que puede aportar al poderoso cabernet sauvignon de estas tierras fértiles y soleadas la finura imprescindible para que su Barón de Gurpegui pueda asemejarse a los vinos elaborados con nuestra elegante y muy española tempranillo. Así las cosas, sorprende que el vino, nacido bajo el volcán andino, y salido de aquellos barros de aluvión y ceniza, muestre un carácter tan estilizado, más afrancesado que riojano, pero con el encanto de quien hace del mestizaje todo un arte.
Barón de Gurpegui 97
Bodega Luis Gurpegui Muga. Carretera de Pamplona a Zaragoza, km 34. Villafranca (Navarra). Teléfono: 948 67 00 50. DO: no tiene. Precio: 2.600 pesetas. Tipo: tinto reserva, 13%. Cepas: cabernet sauvignon, pinot noir, malbec y merlot. Consumo preferente: largo plazo. Temperatura de servicio: 18 ° C. Puntuación: 8,7/10.
Por ejemplo, en la nariz se aprecia, a primer olfato, una profusión de frutillos rojos y negros (moras, arándanos, frambuesas, cerezas en alcohol) que se van apagando como un tenue acorde, para imponerse entonces las notas vibrantes de la buena madera francesa (cedro, clavo, pimienta negra, vainilla tostada), y dar paso, a su vez, al profundo y sostenido eco del poderoso cabernet (cuero, chocolate amargo), refrescado por una ligera brisa balsámica (eucalipto). Un viaje aromático, ciertamente exótico, que nos lleva con naturalidad hacia el paladar sedoso, el gusto efusivo, el sabor a frutas licorosas que impregnan de frescura sus delicados taninos.
Ya tiene mérito: un vino fino en tiempos de tintos de poderosa estructura, que ni es muy riojano ni muy chileno, sino simplemente un buen vino.
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