Esperando el diluvio
El domingo pasado, Javier Pérez Royo se preguntaba en esta misma página 'por qué la apertura del consulado marroquí en Algeciras ha sido tan extraordinariamente pacífica y la apertura en Almería está resultando tan extraordinariamente conflictiva'. Más que una respuesta, tengo una hipótesis: los algecireños son conscientes de que su bienestar económico depende en buena parte de los marroquíes; sin embargo, no ocurre lo mismo con buena parte de los almerienses. Sin los flujos generados por el Estrecho, la economía de Algeciras caería en una profunda postración. Sin los excedentes de mano de obra que los marroquíes proporcionan, los invernaderos almerienses dejarían de ser rentables. Impulsados por una miope codicia, los invernaderos han crecido descontroladamente, aumentando la competencia y reduciendo los márgenes de beneficio. Sólo la existencia de grandes cantidades de mano de obra -ilegal y, por tanto, barata y sumisa- logra equilibrar las cuentas. La presencia de esta masiva fuerza de trabajo puede resultar molesta, pero su inexistencia sería ruinosa. No es difícil de entender, pero nadie se toma la molestia de explicarlo. Es vergonzoso el silencio que los partidos de izquierda vienen manteniendo desde que, hace casi un año, una parte de los habitantes del barrio de Pescadería comenzó a manifestarse contra la instalación del consulado marroquí, siguiendo el liderazgo -¿paradójico?- de un empleado de Comisiones Obreras llamado Francisco Mayor. No bastan acciones como el respaldo solemne, dado el martes al consulado por partidos e instituciones. El PP, a pesar de sus responsabilidades de Gobierno, no ha sentido tampoco ninguna tentación pedagógica. Más bien al contrario, la presidenta del PP en Andalucía se ha lanzado a desbarrar, culpando a Chaves. Todos los asuntos relacionados con la inmigración sufren la irresponsable mezquindad del PP y la cobardía de la izquierda, que teme perder votos en esa tierra de nadie que se llama 'el centro'. Una de las últimas muestras de esa mezquindad irresponsable es el aplazamiento de la puesta en práctica de un acuerdo hispano-marroquí que permitiría la emigración legal de 20.000 trabajadores. Considerar que eso puede ser una represalia contra Marruecos resulta pueril: en la misma medida se ven perjudicados los empresarios españoles que necesitan esa mano de obra y, por extensión, nuestra economía. Ante esto, el PSOE no dice nada. Por el contrario, ha dado un respaldo que más parece un cheque sin fondos a la política de Aznar sobre Marruecos. Lo que viene sucediendo en Almería en el último año debería de preocupar: grupos de exaltados se han dedicado a atemorizar a la población con todo tipo de rumores alarmistas. Se ha llegado a afirmar que el consulado podría convertirse en depósito de armas, lo que no es sino una perversa intoxicación que prende con más facilidad en estos momentos de paranoia anti islámica. Los demagógicos líderes vecinales almerienses pueden estar tranquilos. Quienes, desde la izquierda, podrían sacarles los colores, prefieren guardar silencio y esperar que escampe, que es la manera más segura de alentar un diluvio.
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