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Columna
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Europa llega tarde

Andrés Ortega

Europa llega tarde a Afganistán, cuando el régimen talibán se está desmoronando. Sólo Blair despertó pronto, seguido de Chirac y de un Schröder que ha salido debilitado del aprobado raspado de su coalición con los verdes al envío de tropas alemanas a la zona. La guerra es para Estados Unidos y su aliado anglosajón; y, en esta división del trabajo, la consolidación de la paz -tarea, sin embargo, que no va a ser fácil-, para los europeos y otros. Aunque quizás puedan encontrarse con sorpresas, pues no está claro si estamos asistiendo a un derrumbe total o a un repliegue estratégico hacia la guerrilla y el terrorismo, de los pocos, con capacidad de hacer daño dentro y fuera de Afganistán, que siguen apoyando a Osama Bin Laden y al mulá Omar.

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Ni siquiera se puede hablar de 'Europa' o de la Unión Europea, sino de algunos europeos. Tras el 11 de septiembre han regresado las capitales, aunque es de esperar que esta vez, a diferencia de lo que ocurriera en los Balcanes diez años atrás, los Estados europeos no compitan entre sí, como indicó el presidente de Baviera, Edmund Stoiber, en el VII Foro Europeo organizado en Berlín por la Fundación Herbert Quandt y el Financial Times.

El 11-S le ha llegado a Europa demasiado pronto. Pero, de crisis en crisis, va avanzando. La guerra de Kosovo aceleró el desarrollo de la Política de Seguridad y de Defensa Común, y el 11-S el de la creación de un espacio de justicia y libertad en la UE. En las cenas convocadas por Blair en su residencia de Downing Street -a las que alguno se ha invitado y otros han preferido que no les inviten- ha quedado de relieve el eje Londres-París-Berlín.

La OTAN, que a bombo y platillo activó por vez primera en su historia el artículo 5 considerando el ataque del 11-S contra Estados Unidos como un ataque contra todos, se ha quedado en un segundo plano en el momento de la lucha; e intervendrá en labores humanitarias, con la presencia de fuerzas de Turquía, justamente por tratarse de una sociedad musulmana, aunque ver a los otomanos en esas tierras pueda provocar recelos entre algunos vecinos.

Estados Unidos elige a sus aliados. Y entre éstos está ahora Putin. Blair ha entrado al quite para proponer si no -¿aún?- el ingreso de Rusia en la OTAN, sí una colaboración mucho más estrecha. El presidente ruso ha dado pruebas de cintura política, aunque a los rusos, especialmente los militares, les produzca rechazo ver a tropas de Estados Unidos en esa parte del mundo.

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Rusia está colaborando en materia de espionaje. Ha proporcionado armas a la Alianza del Norte. También ha acordado Putin con Bush un importante desarme nuclear sin por ello renunciar a su oposición al escudo antimisiles. Y se ha resistido a los cantos de sirena de la OPEP para reducir su producción de crudo. El 26 de septiembre ya ofrecía petróleo ruso en caso de cortes en los suministros de Oriente Próximo, un lenguaje que entienden muy bien Bush y sus colaboradores, muchos de los cuales vienen de ese mundo de la energía (el propio presidente, Cheney, Rice o Evans, entre otros).

Pero Rusia no puede ser una fuente alternativa. Según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos, Rusia produce un 10,7% del consumo mundial de energía (Estados Unidos, un 19%, y Oriente Próximo, un 53%), y tiene el 5,3% de las reservas mundiales de petróleo conocidas (Arabia Saudí, más de un 26%). Por eso, Estados Unidos tendrá que abordar problemas que son más importantes que Afganistán: Oriente Próximo con la 'cuestión palestina', el futuro de Arabia Saudí e Irak y el papel de Irán. Afganistán es, pese a todo, un objetivo secundario. El primario sigue siendo atrapar a Bin Laden. Después viene todo lo demás. Si Europa consigue ponerse de acuerdo sobre una política común, como lo está intentado con el viaje de la troika a Oriente Próximo, tendrá un papel que desempeñar en ese importante después. No vaya a ser que vuelva a llegar tarde.

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