Un movimiento asambleario sin apenas protagonismos
Cuando el sábado 6 de octubre se reunieron por primera vez los 300 representantes de 30 asociaciones y federaciones de estudiantes universitarias de izquierdas de toda España, no sabían en qué acabaría aquello. No eran pocos los que acudieron al encuentro en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid con más temor a acabar a gritos que esperanza por llegar a un acuerdo. Las relaciones entre las asociaciones estudiantiles tan diversas y de procedencias tan distintas nunca han resultado fáciles, especialmente en momentos de conflicto, cuando la lucha por el protanismo suele estar a flor de piel.
Pero del resultado fueron ellos mismos los primeros impresionados, como declaraban a este periódico unas horas después de acabar el encuentro, una vez que ya se habían ido de cañas con un acuerdo escrito a mano en el bolsillo. La reunión se desarrolló sin apenas una voz más alta que la otra. Acordaron crear la Campaña Estatal contra la Ley Orgánica de Universidades y el lema que abanderarían: No a la LOU, otra universidad es posible.
Han pasado sólo 40 días desde entonces y el resultado no puede ser más significativo: tres convocatorias generales han logrado un éxito indiscutible y sin precedentes en la historia de la Universidad española, como recordaban hace unos días los rectores.
Pero además, de este movimiento -que es asambleario y en el que los estudiantes acordaron desde el principio que no habría nombres propios ni protagonismos para evitar el conflicto entre unas organizaciones y otras- han empezado a crecer ramificaciones que emprenden variadas e ingeniosas iniciativas de protesta, como ha ocurrido en Santiago de Compostela, o encierros de varios días, como ha pasado en la Facultad de Económicas de Sevilla o en algunas facultades de la Universidad Carlos III de Madrid.
Los estudiantes de este colectivo decidieron también que era preciso dejar plena libertad a cada comunidad autónoma y universidad para que organizaran sus protestas cuando considerarán más conveniente. De ahí, que, por ejemplo, los alumnos de Cataluña, el País Vasco y las islas Baleares no salieran a protestar el mismo día de algunas convocatorias generales.
Esta clara libertad de convocatoria, que no por ello ha perdido coordinación -como se comprobó en la salida masiva de alumnos a protestar por las calles de 53 ciudades el miér-coles- es reflejo de cómo actúa una juventud que ha crecido en la España de las autonomías y que en la primera ocasión que ha tenido ha mostrado su adaptación a esta realidad.
Algunos estudiantes razonaban la situación: 'Si las ya más de 50 asociaciones que forman este colectivo nos hemos puesto de acuerdo sin mayores problemas para trabajar juntas por una causa común, ¿cómo se puede pretender que entendamos que el ministerio no quiere dialogar con nosotros y que quiera sacar esta ley a la fuerza?'.
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