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'Somos pobres y estamos en medio'

A favor o en contra de los talibanes, los refugiados afganos en Pakistán sólo desean el fin de las bombas

Francisco Peregil

Si uno pretende saber si los talibanes han ganado o han perdido apoyo entre la población afgana desde que comenzaron los bombardeos el pasado 7 de octubre, lo más fácil es ir al puesto fronterizo de Chamán. Cientos de refugiados llegan cada día a esta frontera desde las principales ciudades de Afganistán. Pero lo que se encontrará el periodista será el mismo rompecabezas que hay dentro del país.

Así, gente como Ismail Ud Dim decía: 'La guerra continúa. Lo que ha pasado en Mazar-i-Sharif no va a cambiar la situación. Dejaremos las ciudades, nos iremos a las aldeas, bien adentro de las montañas, y cuando los americanos entren con sus tropas y se confíen iremos a por ellos. Todo el mundo apoya a los talibanes. Después del Ramadán ganaremos. Se van a enterar los americanos. Hasta nuestras mujeres irán a la lucha'.

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Sin embargo, Sardan Mohamed, de 45 años, y procedente también de Kandahar, la ciudad donde los talibanes recabaron más apoyo en su conquista del país, decía que nadie apoya a los talibanes. Su mujer, con el burka y su niño de siete años, refrendaban sus afirmaciones.

Mohamed Asef, de 60 años, llegó de Kabul hace siete días y ofreció una respuesta que compartieron varios de los preguntados: 'Nosotros ni estamos con los talibanes ni con los americanos. Somos pobres. Y estamos en medio'. Sahid Khan, de 27 años, añadía: 'El cuadro es demasiado grande para nosotros, no terminamos de verlo'.

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En una cosa coincidían las más de veinte personas consultadas: todas menos una querían que cesaran inmediatamente los bombardeos. 'Es fácil comprenderlos', decía un miembro de Médicos Sin Fronteras, 'porque esta mañana desde aquí, desde la misma frontera, se han escuchado las bombas. Y supongo que todas las teorías políticas cambian cuando uno se ve debajo de las bombas. Entonces, lo único que quieres es que cesen'. La mayoría de los jóvenes que venían decían sonrientes que ellos se iban a unir a la yihad, pero en realidad lo estaban diciendo de espaldas a Afganistán, país que acababan de dejar atrás. 'Yo es que he estado luchando en Kandahar y vengo a descansar dos días de la guerra', decía con poca consistencia Ismail Ud Dim.

Un pediatra, miembro de una organización religiosa radical que regresaba del envío de un cargamento de ayuda humanitaria a Kandahar, y que prefiere mantenerse en el anonimato, declaró: 'Todo el mundo en Kandahar apoya a los talibanes. Todos. ¿Y cómo no los van a apoyar cuando los americanos tiran bombas en los hospitales. Yo estaba rezando el pasado jueves en la mezquita del hospital y cayeron dos bombas. Creí que moría allí. Me vine por la noche, llamé al hospital y me dijeron que por la noche continuaron los bombardeos y que habían muerto 15 personas dentro del hospital. ¿No es esto terrorismo? ¿Dónde está el Gobierno del Reino Unido para denunciarlo? ¿Dónde Francia, Italia o España? ¿Dónde Unicef? ¿Hasta qué punto tiene que seguir sufriendo esta gente?'.

Todos los refugiados consultados en este artículo aseguraban haber visto morir a alguien, en su mayor parte civiles. Algunos de ellos dejaron familiares en el camino. Uno de los niños decía que una bomba cayó en la fiesta de una boda en Kabul y acabó con la vida de varias personas.

Ayer, cuando los periodistas y muchos de los miembros de organizaciones humanitarias se marcharon hacia la ciudad de Quetta, como cada día a las tres de la tarde, en busca de algún baño y de ropa limpia, los más de tres mil refugiados continuaban allí, con el mismo polvo de siempre. Como cada tarde y como cada noche. Con solo unos minutos de agua al día. A la mañana siguiente otra nueva expedición de periodistas llegará. Probablemente, algún cámara, como ya ocurrió hace tres semanas, algún día se meterá en una tienda a rodar sin permiso y los niños, ancianos y las mujeres la emprenderán a pedradas con ellos.

Entonces habrá buenas imágenes del radicalismo de los refugiados. Como ya las hubo. Piedras volando a cámara lenta hacia las cabezas de los reporteros.

Ayer, en ese campo, la gente no escatimaba sonrisas ni respuestas. a las preguntas.Los había a favor y en contra de los talibanes. Pero casi todos pedían que cesaran los bombardeos. A medio minuto de las bombas resultaba muy fácil entenderlos.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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