El pesimismo
Casi de la noche a la mañana, lo que parecía un esperanzador ingreso en el siglo XXI se ha convertido en una realidad de incertidumbres. O más que eso. El aumento del riesgo y el recelo se transfigura en un presente amenazador donde la pesadumbre reemplaza al buen humor y el mal humor se contagia como un bostezo. Lo malo, además, es que, como otros fenómenos de mímesis, la alteración cobra autonomía y puede reproducirse o adquirir una orientación al margen de los hechos que lo provocaron en sus primeros comienzos.
Actualmente la grave situación de la economía argentina es un problema de las finanzas, de las inversiones, de la gestión, de la falta de liderazgo político, pero también, según han diagnosticado los organismos internacionales se trata de un caso de salud mental. Así, según informa el Fondo Monetario Internacional (FMI) por medio de su economista Tomás Raichman, encargado especial del país latinoamericano, 'el mayor problema argentino es la falta de ánimo'. Y agrega: 'La verdad es que en el FMI no sabemos cómo manejar este tipo de psicología social. Yo me siento frustrado'.
Basta hablar, de otra parte, con los argentinos para constatar de qué manera importante la crisis les ha afectado al carácter y cuánta desesperanza se extiende detrás. ¿No hay doctores que puedan ocuparse de estos desalientos sociales y logren mitigarlos? Los argentinos serían los primeros en creer que sí. Reagan fue también uno que, aun desgarbadamente, creyó en esa posibilidad y alzó el talante de un país pesimista tras el gobierno de Carter. La salud, dicen los especialistas, no es sólo la falta de enfermedad, sino la capacidad de lucha individual y social para modificar las condiciones que limitan la vida. 'El sujeto es sano -dice el argentino Pichón Riviere- en tanto aprehende la realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad de transformarla, transformándose a la vez.'
Los argentinos, tan interesados por los conflictos mentales, se preguntan si efectivamente tiene razón el Fondo y lo suyo es un problema de diván. En el debate nacional, sin embargo, trabajadores sociales como Graciela Aberbach de la Universidad Nacional de Luján, alegan que si hay poca salud mental en Argentina es porque ni siquiera hay suficiente salud física. De los diez millones de niños menores de 14 años que viven en Argentina, cuatro millones y medio son indigentes, sufriendo cualquier clase de desamparo. La mortalidad infantil se encuentra ahora en una tasa del 18,8 por mil que triplica a la de Singapur y es un 90% superior a la de Cuba.
¿Gozar de buen humor? La tasa de desocupación en aquella nación ronda el 18% y en los jóvenes más pobres alcanza hasta el 40%. De ellos, hay 300.000 en Buenos Aires que no estudian, no trabajan ni buscan empleo. Parte del mundo islámico atribuye su sublevación al golpe recibido por una modernización extraña sobre el equilibrio de su tradición, pero lo mismo argumentan algunos analistas sobre el estado general del mundo. 'El nuevo orden mundial de la mano de la globalización se caracterizó por la expansión universal del modelo capitalista y trajo aparejado fuertes cambios en lo cultural y en lo económico que impactaron fuertemente en el conjunto de las relaciones sociales y en el sujeto', escribe Ana Quiroga, profesora de Maestría en Salud Mental en Argentina.
El mundo padece ahora un mal económico, ideológico, político, religioso, pero que echa sus raíces en un desarreglo cultural de la personalidad. Los terroristas aquí y fuera de aquí exponen la naturaleza de un loco, los que sierran las patas a los perros, quien dispara indiscriminadamente en una calle o en una escuela, los que bombardean despiadadamente Afganistán, dan los síntomas de un grave daño mental. ¿Pesimistas? La ecología brotó en la mitad de los años sesenta como una muestra de la mala impresión que inspiraba la dirección del progreso. Ahora, además de impresionados negativamente nos vemos seriamente enfermos, poseídos freudianamente por el nuevo malestar de la civilización.
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