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Columna
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Arrogancia

Con un país como Marruecos y con un régimen como el que gobierna en el país alauita, la arrogancia, la prepotencia, el desprecio terminan pagándose. José María Aznar, con cara de póquer, con gestos poco amigables (recuérdense sus palabras con el asunto pesquero) y ese permanente tic de cabreo supino, sembró en Rabat la semilla de la distancia. Para rematar la faena, su ministro Piqué naufragó en la patera mental olvidándose de que la diplomacia es un ejercicio que requiere finezza y más con un pueblo, el marroquí, especialmente sensible a todo lo español.

No sé si fue Castiella o el propio Franco el que dijo que España y Marruecos estaban condenados a entenderse. Pues ahora, ni eso. Es posible que en toda esta historia de desencuentros y permanente amagos de golpes bajos, el rey Mohamed VI se levantara una mañana con el pie izquierdo y sin más retirara a Baraca, el embajador en España, hasta nueva fecha. No es una acción gratuita y el Gobierno de Rabat deberá dar explicaciones. Piqué ya ha dicho que no sabe nada, o no quiere decirlo. Lo cierto es que Piqué, que desde hace años debería estar en el paro político, ha sido tomado por tonto. Las complejas relaciones históricas de Madrid y Rabat exigen otros talantes.

Y lo malo es que Andalucía se verá afectada directamente. Hay unas setecientas empresas españolas en Marruecos y, de ellas, un tercio son andaluzas. Ceuta y Melilla es el eterno problema y se suma el futuro del pueblo saharaui. En Andalucía, además, residen una buena parte de los emigrantes marroquíes y tienen miles de negocios, sobre todo en las zonas turísticas como la Costa del Sol. Hay calles o centros de ciudades que son casi un permanente zoco moruno. Por Andalucía pasan miles de toneladas de productos agrícolas marroquíes para los mercados comunitarios; en Andalucía se sufre en carne viva el no acuerdo pesquero y en Andalucía hay unos lazos tendidos, culturales, sociales, universitarios, entre la comunidad andaluza y Marruecos.

Pensar que el origen del problema está en el reciente referéndum celebrado en Andalucía sobre el Sáhara o el trato que la prensa española está dando a los temas de Marruecos es simplificar demasiado el problema.

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