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LA ESCOLARIZACIÓN DE LOS GITANOS

Un instituto quiere crear una empresa para dar trabajo a sus estudiantes

Carmen Morán Breña

El instituto de educación secundaria Rodanas, en el pueblo zaragozano de Épila (alrededor de 4.200 habitantes), es un ejemplo de cómo buscar la escolarización permanente del alumnado gitano y cómo integrarlo socialmente una vez concluidos los estudios. El 25% de los alumnos del segundo ciclo son gitanos, unos 50 chicos. Han diseñado un programa educativo que incluye asignaturas optativas que permiten a estos chicos 'acercarse a su mundo'. 'Son guiños encaminados a la integración, con optativas abiertas a todo el alumnado', explica el director del centro, Fernando Pablo.

¿Cuáles son estas materias? Cestería, por ejemplo, taller de huerto, botánica, artesanía. 'Los gitanos adultos vienen a enseñarles cestería y así todos ven cómo parte de su mundo está también en la escuela'. Se conseguiría con eso el primer objetivo: que los gitanos no abandonen los estudios antes de terminar la secundaria. Se abre el 'camino de éxito' para estos alumnos. El absentismo entre los gitanos y el abandono de los estudios, es grande, más aún entre las mujeres. 'Sólo una gitana hasta ahora, desde hace seis años, ha obtenido el título de secundaria', lamenta el director.

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Las asignaturas más dificultosas para ellos se agrupan en áreas en tercero y cuarto curso (segundo ciclo) para ofrecerles unos conocimientos generales que les faciliten la conclusión de la secundaria.

Es importante que lleguen a esa meta académica porque entonces podrán acceder a talleres y programas de garantía social, destinados a aquellos alumnos que, sin intención de continuar sus estudios, necesitan una formación para conseguir un oficio. Trabajo es la palabra clave, porque muchos tienen que abandonar la escuela para llevar un sueldo a casa.

El instituto Rodanas trata ahora de montar una empresa de jardinería para garantizar a los padres de estos chicos, en la medida de lo posible, que si finalizan su formación tendrán un trabajo acorde. Pero el instituto 'no puede contratar ni pagar sueldos' y esos problemas legales están retrasando el proyecto, que tenía que arrancar en octubre. 'En este pueblo no hay casi paro, salvo para la población gitana'. Con esta solución se colocarían 'unos cuatro alumnos cada año', dice Pablo.

El otro gran reto es frenar el absentismo. Hay una comisión integrada por miembros de la administración educativa, trabajadores sociales del Ayuntamiento y del instituto y asociaciones de gitanos, que establecen estrategias para luchar contra el absentismo. 'Tenemos que acercarnos familia a familia porque están muy fragmentados y sin interlocutor global la comunicación se hace más complicada', afirma el director.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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