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LA ESCOLARIZACIÓN DE LOS GITANOS

Pistas para orientar a los profesores sobre la integración

Carmen Morán Breña

Que Ricardo Borrull sepa, sólo hay un gitano que sea maestro en Valencia, él. Imparte clases en el instituto de secundaria Pere Boïl de Manises (Valencia). Desde el centro de formación permanente de profesores de su zona le llaman a menudo para que oriente mediante cursos a otros colegas que, bien por interés personal, bien porque tienen alumnos gitanos en sus clases, necesitan apoyo para afrontar la multiculturalidad.

Son cursos de 30 horas donde Borrull les da 'pistas culturales para que sepan por qué reaccionan los chicos de la forma que lo hacen, porque cada uno reacciona según la cultura que ha mamado', explica. Después de la teoría trabajan sobre supuestos prácticos ficticios, sobre problemas clásicos que se presentan en clase: absentismo, disciplina y, en menor medida, higiene.

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Respeto y tolerancia hacia los alumnos gitanos y hacia sus familias parecen ser claves de partida. 'Los profesores deben escuchar sus preocupaciones, hablar con los padres de tú a tú, olvidando que uno es el maestro y otro el padre, sin jerarquías. Respeto por la verdad y el punto de vista del otro'.

El mejor momento para establecer contacto con los padres de estos niños es cuanto antes. 'Ya en el primer trimestre del curso les recomendamos que los conozcan', antes de que surja cualquier problema. Borrull insiste en que si los tutores no acuden a la llamada del maestro, los propios docentes deberán ir a verlos.

Su hijo va muy bien'Muchas veces ni los padres saben cómo acercarse al profesor, ni éste a las familias gitanas. Les decimos que los gitanos son hospitalarios, que se hagan acompañar del niño, del asistente social y que se acerquen a estas familias'.

Cuando les visiten deben decirles lo bien que va su hijo en clase, presentarles una situación positiva, agradable: 'Qué bien dibuja su hijo, a su niña se le da muy bien la lectura, valorar su trabajo en el colegio, darles ánimos para que vean que en la escuela se les respeta y se les quiere'. Estos ánimos servirán para romper el hielo y convencer a los padres de que el niño no debe perder clases 'porque vale para los estudios'. 'Lo que no debe hacerse es ir a reñir a los padres, sino decirles que todo va bien y que no saquen al niño del colegio'.

Disciplina. Los profesores dicen que a veces no pueden controlar a los niños. La visita a la familia también les otorgará la autoridad necesaria.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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