El FBI sospecha que científicos de la ex URSS trabajan para los terroristas
La pureza y virulencia del ántrax enviado al presidente del Senado ha puesto al FBI sobre la pista de una conspiración internacional. Su potencial de destrucción no puede ser obra de un aficionado con acceso a alguna cepa, como se especuló con los casos de Florida y Nueva York, sino que requiere una sofisticación que sólo tienen un puñado de países.
Aunque oficialmente no se ha identificado la fuente de origen, las sospechas se centran en Irak y en científicos que en su día participaron en el programa Biopreparat, impulsado por la extinta Unión Soviética. Sólo en la fábrica de Stepnogorsk (Kazajistán) se podía producir una tonelada diaria de ántrax en los últimos años de la guerra fría.
Los servicios de espionaje de EE UU creen que, cuando los más de 7.000 científicos que trabajaban en el programa se quedaron en paro en 1992, algunos podrían haber sido reclutados por Estados como Irak, Irán o la propia organización Al Qaeda. La CIA ha advertido de que Al Qaeda posee 'elementos crudos' para fabricar armas de destrucción masiva.
'Sin duda hay una conexión extranjera, y lo más probable es que sea de Irak. Mi opinión es que esto es obra de varias células terroristas dirigidas por científicos', afirmó ayer el ex inspector de armas de las Naciones Unidas Dick Spertzel en la cadena ABC. Spertzel, considerado como uno de los principales expertos del mundo, dijo que en EE UU sólo hay cuatro o cinco científicos capaces de desarrollar ese tipo de ántrax, y eso da idea del reducido número de personas que pueden estar detrás de estos atentados.
La Casa Blanca ha descartado que la cepa letal del Capitolio provenga de laboratorios estadounidenses, porque los destruyeron en 1972 tras suscribir la Convención de Armas Biológicas junto a otras 100 naciones. Aunque la URSS firmó el pacto, simultáneamente lanzó el plan ultrasecreto Biopreparat para desarrollar bacterias inmunes a antibióticos y vacunas.
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