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De la Rúa viaja a España sin aclarar los cambios tras su derrota

Los peronistas advierten de que el país está al borde del estallido social

Los argentinos aguardan con impaciencia los cambios anunciados por el presidente Fernando de la Rúa, tras la derrota de los candidatos oficialistas en las elecciones legislativas del domingo. La lenta reacción del mandatario, cuyo primer paso tras el descalabro electoral ha sido viajar a España, preocupa a los dirigentes del peronismo. Los ganadores de los comicios advierten de que Argentina está al borde de la quiebra y el estallido social.

Los peronistas, vencedores de las elecciones, exigen condiciones para avalar una política de consenso, al mismo tiempo que anuncian la catástrofe para el país,

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El resultado electoral no tuvo efectos significativos en los mercados, que esperaban la derrota del Gobierno. La atención se concentra en las nuevas medidas económicas y en la capacidad de cumplir con el déficit cero. La Bolsa cayó el lunes un 0,6%, con un volumen de negocios escaso, seis millones de dólares (algo más de 1.000 millones de pesetas). El riesgo país cerró en 1.831 puntos, al mismo nivel que el viernes anterior.

Todavía bajo los efectos de la resaca electoral, el presidente De la Rúa tiene que resolver cuanto antes con qué Gabinete se propone encarar los dos años que le quedan de mandato y qué medidas adoptará para reactivar la economía. La única pista que dio, antes de subir al avión hacia España, fue que hace falta un Gobierno más homogéneo. Esto en los círculos políticos se interpreta como más delarruista. Paralelamente, anunciará, a través de su ministro de Economía, Domingo Cavallo, un nuevo paquete de medidas de ajuste fiscal, que, de alguna manera, tendrá que consensuar con los legisladores elegidos el domingo, aunque no asuman hasta el 10 de diciembre. Las medidas ya han cosechado las críticas de la oposición y de los sindicatos. Paradójicamente, el ministro que despierta mayor rechazo es el que tiene, momentáneamente, más puntos de seguir en el Gobierno. El presidente necesita a Cavallo como colchón a la nueva ola de protestas sociales que se avecinan.

La cuestión clave de la crisis argentina es la deuda externa de 150.000 millones de dólares. No hay un solo economista en su sano juicio que no admita que para que Argentina vuelva a crecer tiene que reestructurar su deuda pública. El plan de Cavallo busca un ahorro de 2.100 millones de dólares mediante un canje de bonos de deuda con los fondos de pensiones y una negociación del servicio de las cargas de las provincias con los bancos locales. El problema es que los fondos de pensiones no ven con buenos ojos la transacción propuesta. Los intereses que les ofrece el Estado son muy inferiores al 20% de los títulos que tienen en cartera y no vislumbran garantías de repago, que debería llegar esencialmente de la recaudación impositiva, pero el Gobierno no logra frenar la evasión.

El Ejecutivo requiere una vez más de liquidez. La ley de déficit cero no se cumple y el pago de intereses de la deuda es una soga asfixiante. Para eliminar el déficit, necesita 1.600 millones de dólares hasta fin de año. Las herramientas siguen siendo el recorte del 13% de los salarios de jubilados y funcionarios superiores a los 500 dólares, que se presentó como provisional, se mantendrá lo que queda de 2001 y dejar de transferir 1.200 millones a las provincias en concepto de la coparticipación federal. Y esto sin que el país explote.

Cada uno hace la lectura que le conviene. Los peronistas obtuvieron su mejor resultado en la provincia de Buenos Aires, donde el ex gobernador Eduardo Duhalde logró su escaño de senador con el 43,68% de los votos, 700.000 más que el ex presidente y candidato de la Alianza, Raúl Alfonsín. Pocos se acordaron, al menos a la hora de votar, de que el Gobierno provincial, en manos peronistas desde hace una década, está prácticamente en suspensión de pagos, y ha tenido que poner en circulación los bonos llamados patacones por falta de liquidez para pagar los salarios de los empleados públicos. La victoria del PJ y de sus caciques provinciales tiene que ver con un poder político construido pacientemente en sus feudos, más allá de su color.

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