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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO
Columna
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Frentes movedizos

Andrés Ortega

Llámese guerra o crisis, éste es un conflicto asimétrico que se libra en frentes entrecruzados y movedizos. EE UU, con el apoyo de aliados diversos, busca derrotar a Bin Laden, su organización y el régimen de los talibanes, y ha insinuado que puede ampliar el frente geográfico, aunque sin citar ningún país. Pero se puede pensar en Irak o Yemen, o incluso territorios más lejanos, aunque en Washington mismo no parece haber unanimidad al respecto. En todo caso, deshacer esa red terrorista simplemente llamada La Base (Al Qaeda) y otras redes relacionadas va a requerir mucho esfuerzo. ¿Tiene centro? ¿Es ese centro Bin Laden? ¿O en su uso de la modernidad para defender el integrismo se parece, justamente, a esa otra red de redes que es Internet? Si es esto último, va a ser una lucha larga, rara y difícil; con una fase de guerra prolongada y otra aún más larga de desencaje de bolillos.

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Aunque a la larga busque suprimir el terrorismo global, sin embargo, el objetivo de EE UU en este conflicto no es suficientemente claro. Para el otro, sí: el caos. Bin Laden busca provocar el choque de culturas -y si se cae en su provocación, lo conseguirá- y, en la medida de lo posible, socavar algunos regímenes árabes, a comenzar por su Arabia Saudí de origen. El discurso pregrabado de Bin Laden tras el inicio de los bombardeos fue el discurso de un político; fanático y perverso, pero político. Parecía dirigido a dos audiencias. La primera, la de los musulmanes del mundo, ese magma que ha logrado cierta unidad, sin centro, en otro aspecto de la globalización. Es el frente, el social, al que deben prestar una atención esencial los gobiernos occidentales. En la coalición hay gobiernos árabes que apoyan a EE UU, pero no se atreven a expresarlo demasiado en público. Y entre los musulmanes hay muchos que ansían libertades que no consideran contrarias al Corán.

Conciliar las palabras democracia y cristiana llevó siglos. Muchos piden ahora al islam que se haga la autocrítica y, sin duda, los musulmanes deben reflexionar sobre su presente y futuro. Pero la autocrítica también se la debería hacer Occidente, que ha apoyado a regímenes corruptos y autoritarios en el mundo musulmán, de Mauritania a Indonesia. Los talibanes y Bin Laden son, en parte, productos de la política occidental, especialmente de EE UU, cuando la prioridad era que la Unión Soviética fuera derrotada, como bien explica Brzezinski. Arabia Saudí y otros países de la zona fueron una creación británica, para dividir a los árabes y controlar el petróleo. Pero de este rico régimen saudí, fundamentalmente fundamentalista, salió, para autojustificarse y preservarse, el dinero para financiar tanto fundamentalismo y tanto terrorismo. Cabe temer que en esta coalición se repita el error y se apoye a los monstruos existentes o se creen otros nuevos: a las dictaduras y regímenes autoritarios, porque están de nuestro lado. Los españoles lo sabemos bastante bien: la guerra fría ayudó mucho a la pervivencia del régimen de Franco, que a su vez generó, como reacción, el fenómeno de ETA.

También está el frente informativo. Hoy, a diferencia de la guerra del Golfo diez años atrás, es la cadena de televisión de Qatar, Al Yazira, la que difunde los mensajes de Bin Laden y los talibanes, lo que avala la tesis de que la globalización mediática no es mera americanización, sino, también, globalización de unas diferencias. Éste también ha demostrado su dominio del tiempo. Primero mandó asesinar a Masud, el jefe enemigo de los talibanes; dos días después se produjo el atentado sincronizado en Nueva York y Washington, y fue cuando las bombas estaban empezando a caer sobre Kabul cuando emitió su vídeo pregrabado. Debe calcular, además, que cuanto más dure la fase bélica del conflicto, más inestabilidad social se generará en el mundo árabe y musulmán, especialmente cuando a partir del 17 de noviembre se entre en el Ramadán, el mes sagrado musulmán de ayuno, y en el invierno.

A su vez, mientras les atacan en casa, Bin Laden y los talibanes han lanzado una amenaza global contra EE UU y los aliados. Su teatro de operaciones es el mundo entero, pero su frente principal es EE UU, y su presencia, internacional (y posiblemente Europa). Los frentes geográficos son como un juego de espejos. EE UU lo tiene dentro, como el monstruo de Alien. Es la primera vez que EE UU tiene que atender a dos frentes, uno externo y otro interno. Para este último ha creado la Oficina de Seguridad Nacional (interna), que ha de coordinar a más de 40 agencias que cooperan en la lucha antiterrorista.

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Ésa es la otra audiencia de Bin Laden: EE UU y, por extensión, Occidente, para meterle miedo, lo que es propio de todo terrorismo, especialmente éste, dispuesto a matar muriendo, de forma masiva, más que a morir matando. Ya ha demostrado que sabe usar la tecnología mal llamada occidental contra Occidente. La propia FBI alerta de posibles ataques terroristas en los próximos días. Lo que no sabe es cómo, ni cuándo, ni dónde. El miedo ha quedado patente con los casos detectados de ántrax, esa amenaza casi invisible. Como afirmó Bin Laden, 'América está llena de miedo, de su Norte a su Sur, de su Este a su Oeste'. Este miedo ha provocado un aumento notable en la venta de armas a particulares en el país. Pero Salman Rushdie tiene gran razón al afirmar: 'No será con armas, sino librándonos del miedo, como venceremos a los terroristas'.

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