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Columna
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No pasa nada

Juan José Millás

Dice Ansuátegui que no nos preocupemos, porque hay crímenes, sí, pero son crímenes que no van con nosotros. En otras palabras, añado yo, si me autoriza a leerle el pensamiento, son crímenes que suceden y no suceden al mismo tiempo. Usted va por la calle y de repente cae alguien a su lado con un tiro entre ceja y ceja, y eso que acaba de ocurrir no ha ocurrido en realidad. Sucede, sí, pero en otro sitio, aunque usted tenga la percepción de que ha ocurrido a medio metro. No es fácil explicar a los ciudadanos que lo que sucede no sucede, pero es que los ciudadanos tampoco ponemos mucho de nuestra parte. Ansuátegui, que es el que tiene los instrumentos científicos de medida, ha analizado los crímenes y su conclusión es que en esta ciudad 'no se va matando por la calle'.

Algo de razón lleva en eso. También se mata dentro de las casas. El otro día apareció un sacerdote de 74 años maniatado y con la cabeza reventada, pero se encontraba en el interior de su vivienda. Ésa es la demostración palpable de que se mata, pero no se mata. La mayor parte de los apuñalamientos, por ejemplo (y hay unos cuantos al día), no terminan en muerte. Otra cosa es que la percepción del ciudadano no sea la oficial. Pero es que el ciudadano está muy amariconado y tiene la costumbre de sumar y dividir. Si sumas las muertes violentas producidas en la capital en lo que llevamos de año, salen setenta y una. Setenta y una entre nueve meses arroja un resultado de 7,88 al mes: casi dos a la semana. Es cierto que es más del doble del año pasado, pero no lo veamos desde ese punto de vista tan negativo. Pensemos que son la mitad de los muertos del año que viene. Hoy te mato más que ayer, pero menos que mañana.

En cualquier caso, lo peor que podríamos hacer frente a estas cifras es tomar medidas. De hecho, cuantas más medidas se toman, peor estamos. Y no sólo en el terreno del crimen. AENA, por ejemplo, dice que lleva años aplicando medidas correctoras para evitar el ruido de los aviones en Barajas. Uno piensa que tantos años de trabajo deberían de haber producido algún resultado, pero todo indica que no ha hecho sino empeorar la situación. A lo mejor, si se dejara en paz a los criminales, el crimen tendría un crecimiento vegetativo normal, del 2% o 3%, porque ahora está creciendo un 130% o más. Hagan caso de la experiencia y no se opongan. Piensen en los ruidos de Barajas. Y, si no, fíjense en la evolución del tráfico de drogas: cuantos más alijos se incautan, mayor es el problema, que no ha dejado de aumentar desde que se iniciara la lucha implacable contra el narcotráfico.

No se opongan ustedes, pues, de manera frontal. Dediquen el presupuesto destinado al crimen a la información. Convenzan a los ciudadanos de que un aumento del 130% no es significativo, sobre todo cuando los asesinos tienen la delicadeza de asesinarte en casa. Hay países, y esto lo puede comprobar cualquiera, en los que para que te maten tienes que salir a la calle. Pensemos en los ancianos que ocupan viviendas sin ascensor y para los que el solo hecho de bajar las escaleras resulta un suplicio. No nos fijamos más que en las cosas malas, sin tener en cuenta que también este año el crimen a domicilio ha tenido un aumento espectacular.

Dediquemos el dinero a la información, pues, y también a la demagogia. En ese sentido, hay que aplaudir la medida de cerrar durante cuatro o cinco horas por la noche el parque del Retiro. Si te pones a pensarlo, es una tontería, porque en el Retiro no se ha matado nada en lo que llevamos de año, pero la clausura produce la impresión de aquí hay una autoridad.

-Que han ordenado cerrar el Retiro.

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-Entonces es que aquí manda alguien, ya era hora.

Estamos tan necesitados de un poco de racionalidad que hasta las órdenes absurdas empiezan a parecer buenas. El cierre del Retiro funciona a modo de silicona para las cabezas, porque obstruye las circunvoluciones cerebrales y evita el pensamiento especulativo. A nosotros no nos molesta en absoluto la gente que hace footing en ese parque después de las diez, ni el mendigo que duerme en uno de sus bancos. Preferiríamos que en lugar de cerrar el Retiro hicieran algo para que se matara menos, ya sea en la calle o en el propio hogar, pero como eso no saben resolverlo, nos dicen, de un lado, que no sucede, y, de otro, que ya han cerrado un parque. No tiene nada que ver una cosa con otra, pero producen la impresión de moverse. Entretanto, el Museo de Ciencias Naturales acaba de recibir un calamar de 7,5 metros. Todo son monstruosidades. A ver qué hacen con la tinta.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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