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LAS CUENTAS DEL ESTADO PARA 2002

Convergencia real y déficit cero, una difícil ecuación

Hacienda quiere contrarrestar la amenaza de desaceleración económica con una imprecisa 'rebaja de impuestos'

Los Presupuestos Generales del Estado para 2002 que presentó ayer el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, son continuistas, poco definidos y contradictorios. La previsión de crecimiento (2,9%) no es muy realista y lastra las proyecciones de recaudación. La presentación de Montoro no aclaró los objetivos concretos de la política económica del Gobierno y pone en duda si existe una apuesta decidida por la inversión en educación e infraestructuras para contrarrestar la amenaza de recesión.

Si se acepta la descripción del ministro de Hacienda, el déficit cero del Presupuesto del Estado para el año próximo 'prolonga el crecimiento de la renta y el empleo, contribuye a la estabilidad de los precios, asegura la protección social, facilita la nueva bajada de impuestos, garantiza una inversión pública elevada y sostenida y reduce la deuda pública'.

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El problema es que buena parte de esas excelencias son indemostrables. En parte porque las cifras para 2002 no son homogéneas con las del Presupuesto de este año y en parte porque las contradicciones de la política económica contaminan la distribución del dinero público.

El desacuerdo de fondo aparece al confrontar el principio del equilibrio presupuestario, que Montoro defiende como 'la mejor respuesta que puede dar el Gobierno a la incertuidumbre económica internacional', con el deseo de progresar en la convergencia real. Es muy difícil servir a dos señores, porque la estructura del gasto público en España ofrece muy poco margen para conciliar términos antitéticos.

El déficit cero sólo se puede conseguir recortando de forma drástica el gasto en inversión, puesto que los gastos sociales -pensiones, sobre todo, y sanidad- son intocables y el descenso del coste financiero de la deuda no es suficiente para garantizar año tras año el equilibrio presupuestario.

Si se cercena la inversión pública ¿cómo se pretende alcanzar la convergencia real? En las descripciones oficiales de la política económica y presupuestaria, el diferencial de crecimiento sería suficiente para igualar la renta española a la media europea (ahora sólo alcanza el 81%). La economía española crece por encima de la media y eso parece bastar, según el discurso de Rodrigo Rato, ministro de Economía, y Montoro, para la nivelación del bienestar.

Jaculatoria imprecisa

Por desgracia, es una jaculatoria imprecisa e irreal. Con un diferencial de crecimiento como el actual -difícil de mantener, porque es decreciente-, la sociedad española tardaría más de 25 años en alcanzar la renta europea. Todo indica que si el Gobierno quiere ofrecer a los ciudadanos un proyecto que sea más accesible en el tiempo debe intensificar la inversión en tecnología, educación e infraestructuras. Este esfuerzo es, precisamente, el que se requeriría en un momento de incertidumbre de la económica mundial -por no insistir más en el concepto de recesión- y es el que el equipo económico descarta con el déficit cero.

El Presupuesto para 2002 presenta además un serio problema. La Administración ha presentado en septiembre, después de los gravísimos acontecimientos de Estados Unidos, el mismo cuadro macroeconómico que en julio cuando hubiera sido más realista prever para el año próximo un crecimiento menor, en la franja del 2-2,5%. Ello permitiría tener mayor margen de maniobra. La previsión de crecimiento de los ingresos públicos (en torno al 6,5%) tampoco parece muy fiable, ya que la recaudación puede desplomarse si la tasa de crecimiento baja del 2,9%.

El continuismo de las partidas presupuestarias, la insistencia en el déficit cero, las dificultades para comparar las cifras de los Presupuestos de 2001 y 2002, la falta de detalle inversor y la orfandad de explicaciones sobre los objetivos económicos para un periodo de crisis abren paso a las críticas sobre que el Presupuesto está poco trabajado, sin relieve, resuelto con rutina. Las decisiones parecen encaminadas a aumentar la popularidad del Gobierno -una nueva e indefinida rebaja de impuestos- más que a reactivar la economía y paliar los efectos de la crisis.

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