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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Los talibán y sus alrededores

El atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York y sus consecuencias siguen acaparando la atención mundial y la del periódico.

Parece lógico -tal y como se hizo en la columna del domingo pasado- seguir haciendo inventario de quejas sobre lo publicado en torno a este asunto.

Quejas, dudas o petición de explicaciones. Por ejemplo, las que plantean Arturo López y Begoña González sobre el uso del sustantivo talibán para referirse al régimen que gobierna Afganistán o al conjunto de seguidores de ese régimen.

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Preguntan los lectores por qué no se emplea el plural 'talibanes'.

El Defensor se remite a una de las últimas modificaciones introducidas en el Libro de estilo -posterior a la última edición impresa- y que es de obligado cumplimiento para la redacción del periódico. Allí se dice lo siguiente: 'Tálib (plural, talibán). Grupos integristas afganos -de la etnia pastún- que tomaron Kabul el 27 de septiembre de 1996'. En pastún -variante dialectal persa también llamada pasto o pashtu-, tálib significa 'el estudiante' (y talibán, 'los estudiantes'). Pueden emplearse tanto tálib como talibán. Es incorrecto el plural 'talibanes' (como lo serían muyahidines, o fedayines, o länderes)'.

Éste es el criterio que se ha adoptado y que, como tantas cuestiones de lenguaje, será discutido por más de un lector.

Sin salir de Afganistán, Juan Bautista Vidal Bugallo quiere hacer una precisión -un castizo diría que es pa'nota- a las afirmaciones repetidas de que aquel país únicamente fue conquistado en la primera expansión del imperio mongol.

El lector aclara que, en épocas históricas lo conquistaron Ciro II y Darío I; también Alejandro el Grande y los seleúcidas de Bagdad; en el 642 llegó la expansión islámica que derrotó la dinastía Sasánida, de origen persa, y, posteriormente, el imperio de Timur y los uzbecos ocuparon el territorio afgano.

¿Racismo?

El domingo día 16, para informar de que el Sendo de Estados Unidos había aprobado la declaración de guerra, con un solo voto en contra, se tituló: 'Una congresista demócrata de raza negra, única disidente'.

Rubén Naranjo y José Manuel Rodríguez Fernández han visto en ese texto una expresión de racismo.

José Manuel Calvo, redactor jefe de la sección de Internacional, ha ofrecido al Defensor una explicación razonable: se hizo a propósito para destacar la condición de una senadora que representa a una minoría, que ha sido elegida con el apoyo, entre otros, de ese segmento de población, minoritario y, en muchos casos, marginal, con lo que su solitario voto se explicaba mejor -así se creyó- destacando expresamente el grupo racial al que pertenece y que, en Estados Unidos, ofrece singularidades sociales y políticas.

En el terreno que podríamos llamar ideológico, Pau Estrada piensa que el periódico se ha convertido en 'correa de transmisión del señor Bush'.

Su opinión no la comparten Guillermo Rojas-Bazán, Madeline, López Cusa y Gregori Dolz, ya que creen que el periódico, en alguna de sus informaciones, hace gala de un antiamericanismo intolerable.

El Defensor se hace eco de estas cartas para dejar constancia de cómo la lectura de un mismo periódico suscita reacciones contrapuestas.

Javier Arola, en este mismo capítulo, piensa que una viñeta de Romeu contribuye a exacerbar injustos sentimientos contra la comunidad musulmana.

Nacho Bracho piensa que es incorrecto utilizar la palabra 'efectivos' para referirse a personas. Conviene aclarar que que el diccionario de la Academia la define, en una de sus acepciones, como 'número de hombres que tiene una unidad militar...'. En cambio, el lector advierte con tino que ha leído 'catástrofe humanitaria', lo que supone un disparate. Las catástrofes son humanas, y humanitarias son las actitudes de ayuda o socorro.

Santiago Torres denuncia haber leído que las torres de Nueva York se 'colapsaron', en una pésima y literal traducción del verbo inglés to collapse. El lector piensa, con razón, que las torres se cayeron, se derrumbaron o se desplomaron.

Protesta sobre protesta

En la columna del domingo pasado, como en ésta, el Defensor trató de recoger todas las quejas recibidas sobre lo publicado en torno al ataque sufrido en Nueva York y Washington.

Como el espacio es limitado y se intentó dar voz a todos los que habían escrito, se recogió un solo punto de la carta de Jordi Civit, y él ha creído ver en esta actuación un intento de defender al periódico y hasta de manipular su protesta.

No hay tal. El lector denunciaba, con razón, que el pasado día 12 se incluyó una fotografía de la isla de Manhattan, con una escala que señala 500 kilómetros. Si eso hubiera sido así, el trozo de isla que se veía hubiese tenido una longitud de 3.000 kilómetros, lo que, a todas luces, es inexacto.

También denunciaba la altura de los dibujos de tres torres españolas para compararlas con las de Nueva York. Aunque se indicaba la altura de cada torre, la proporción, efectivamente, no era correcta.

En esa ilustración se decía que la torre de Mapfre tiene 153 metros, y Torre Picasso, 150. Pero Civit descubrió que en otra página se hablaba de esta última como 'la más alta de la Península'.

Detectó también que en los gráficos se fijaba en 1977 el final de la construcción de las torres de Nueva York, mientras que en otra página se decía que una se acabó en 1972 y otra en 1973. Civit también denunciaba que se había escrito 'colapso' por dos veces, para decir derrumbe o caída. Esto era todo -que no es poco- y aquí queda dicho.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 913 377 836.

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