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Tribuna
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El mundo libre debe vencer al terrorismo

En el año 1995, escribí en mi libro La guerra contra el terrorismo: 'Las organizaciones terroristas islámicas extremistas anulan de alguna manera la necesidad de utilizar el potencial de la fuerza aérea o misiles intercontinentales como medios para lanzar cargas nucleares islámicas. Los propios terroristas serán los 'medios de lanzamiento'. La posibilidad más grave será que en los sótanos de las Torres Gemelas de Nueva York no explote un coche bomba sino una bomba atómica(...) No es necesario ser un experto en terrorismo internacional para comprender que esta ola en alza del terrorismo islámico es notablemente distinta en su esencia del terrorismo al que Occidente se vio obligado a enfrentar'.

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Unidos en el dolor y en la indignación

(...) 'El beneficio creciente y acelerado que los terroristas suicidas proporcionan nos enseña que parte de los involucrados en los hechos no vacilan en explotar en nombre de la ideología (fenómeno que los americanos recuerdan de los kamikazes japoneses en la Segunda Guerra Mundial). Esta patología -ya que no cabe otro término- se manifiesta en la predisposición y la satisfacción con las cuales las madres sacrifican a sus hijos en pos de la glorificación de su pueblo'. Al fin y al cabo, las Torres Gemelas explotaron y se derrumbaron por medio de 300 toneladas de combustible para aviones y no por el efecto de una bomba atómica, lo que quiere decir que también la terrible experiencia de la cual hemos sido testigos esta semana no es aún la predicción más grave de todas. Todavía acecha una peor.

Hoy por hoy no existe otra alternativa que mantenerse atentos ante la posibilidad de que en un futuro no muy lejano exista armamento nuclear en poder de los gobiernos extremistas de Oriente Próximo.

Si esto ocurriese, se desencadenará en el terrorismo internacional un cambio drástico: ya no serán amenazados o afectados particulares o edificios, sino que ciudades enteras servirán de rehenes.

El mundo entero se encuentra ante un abismo y la mayoría de los líderes políticos no lo termina de entender de modo pertinente y a fondo. El único modo de entender lo que sucede es observar en forma retrospectiva la ideología que se ensaña en un odio distinto, que dio sus primeros pasos en forma local, y al cabo de pocos años se transformó en una fuerza de carácter mundial.

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También el nazismo, hace 60 años, al igual que el islam fundamentalista de nuestros días, se canalizó en un principio únicamente contra el pueblo judío y otras minorías locales. Sin embargo, muy pronto se descubrió que la llama de este odio se esparció por el mundo como el fuego en un campo de espinas.También entonces los países de Occidente tardaron en comprender el carácter monstruoso del nazismo y el peligro que significa para el resto de la civilización. Hitler no estuvo lejos de desarrollar una bomba atómica. Si hubiese llegado a poseerla, nuestra civilización habría llegado a su fin.

Hoy, por segunda vez dentro de la era moderna, nos encontramos frente a la posibilidad de que una siniestra organización logre fabricar armas con poder de exterminio masivo. El mayor peligro es el armamento nuclear, poseído por quienes no tienen una mínima tendencia de calcular entre peligro y utilidad. Si tienen armamentos nucleares regímenes como los de Irán o Irak, o sus respectivos cómplices, en Oriente Próximo o en Europa o en Estados Unidos, nos veremos frente a un sinfín de situaciones de terror y extorsión; comparado con ellas, este último atentado parecerá incluso como una simple advertencia y nada más. Es éste el peligro ante el cual nos encontramos y nadie logra hacerle frente. Los sistemas democráticos han desperdiciado demasiado tiempo y ya se acerca la hora límite. No pueden seguir esperando más.

Esta semana quedó claro para todos que se trata de una guerra contra el mundo libre, su espíritu y su modo de vivir. Ellos no odian a Estados Unidos por culpa de Israel. Ellos odian a Israel por Estados Unidos, viendo en Israel una sucursal del mundo libre, del espíritu de la libertad, de la democracia y el respeto al individuo, todo lo que tanto odian.

Se trataría de una guerra de defensa del mundo libre contra la coalición del terrorismo internacional. Los suicidas en sí son sólo una punta del iceberg. Su actividad no sería factible sin la existencia de una infraestructura propia de países, organizaciones y movimientos ideológicos que apoyan al terrorismo de un modo directo o indirecto.

No se logrará vencer al terrorismo sin arrancar de raíz su infraestructura, empezando por los sistemas gubernamentales que lo apoyan y culminando en la cultura que lo incita.

Estados Unidos debe tomar la iniciativa de crear un frente mundial común de lucha contra el terrorismo, pero nuestra parte depende de nosotros mismos. Aquí, por nuestros medios -y de alguna manera alentado por nosotros-, germinó un ente que alienta el terrorismo por excelencia, al mando de Arafat y la OLP. Las posibilidades de estos últimos van en aumento; y como a todo el imperio del terrorismo hay que despojarlos de su armamento y desarmarlos por completo antes de que todo se vuelva insoportable. El mundo libre debe y tiene que vencer al terrorismo, de lo contrario el terrorismo lo derrotará.

Benjamín Netanyahu fue primer ministro de Israel.

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