El Congreso prepara la declaración de guerra
El presidente pide una fórmula legal similar a la que se utilizó en Vietnam para intervenir
EE UU se dispone a entrar en guerra. Pero no sabe aún contra quién. El Congreso trabaja a marchas forzadas en una resolución que confiera al presidente George W. Bush los recursos legales para utilizar la fuerza, y se adentra en un terreno nunca explorado: por primera vez se declarará la guerra a un enemigo inconcreto, al margen de la estructura de Estados soberanos en que se basa el Derecho internacional. La Casa Blanca ha pedido a los parlamentarios que acuerden un texto "abierto" con la máxima celeridad, pero el Congreso teme entregar un "cheque en blanco" como el que lanzó al país a una guerra interminable sin objetivos definidos en Vietnam. Los tambores de guerra suenan a un ritmo frenético. De momento, EE UU sugirió ayer a Pakistán cerrar su frontera con Afganistán.
Vagas declaraciones
Guerra de Vietnam
Bush: el factor humano
Bush nunca ha combatido en una guerra. A diferencia de su padre, veterano de la II Guerra Mundial, no fue a Vietnam gracias a las influencias familiares. A diferencia de su padre, que había sido embajador, director de la CIA y vicepresidente, carece de experiencia internacional. No se le puede evaluar por su currículo profesional. En un momento de crisis extrema, en que el país se halla sumido en la conmoción de la tragedia del martes y, al parecer, a punto de lanzarse a la guerra contra un enemigo oculto, los estadounidenses sólo pueden juzgar a su presidente por el carácter, y escrutan su pasado, su mirada, sus gestos y cada una de sus palabras en busca de referencias. Bush tardó en contactar con sus conciudadanos el día de la tragedia. Sus portavoces explican que el presidente quería volver a Washington cuanto antes; se lo impidieron los servicios secretos, sabedores de que la Casa Blanca y el avión Air Force One eran objetivos. Quienes estaban con él comentan que Bush se resistía a ocultarse. Sus amigos le definen como tranquilo, muy seguro de sí mismo, generoso, con cierta tendencia a la bravuconería, pero poco impulsivo. El hecho de haberse rodeado de 'pesos pesados' en su Gabinete demuestra que no teme que le hagan sombra y que sabe delegar. A diferencia de Lyndon Johnson o Richard Nixon, es amable con los subordinados. Su calma durante la larga 'noche' electoral también habla a favor de su carácter. De él se espera que satisfaga dos necesidades contradictorias: debe mostrar emotividad y compasión hacia las víctimas; pero debe mostrarse duro y resuelto hacia los culpables. La emotividad no es problema para él porque le brota de forma natural, lo mismo en forma de lágrimas que de risas. A diferencia de Ronald Reagan, al que considera su modelo presidencial, es muy malo leyendo discursos, pero eficaz improvisándolos. La dureza y la resolución pueden quedar ocultas por su forma de hablar, siempre titubeante, que sólo demuestra limitaciones de vocabulario y de sintaxis. Tendía al alcoholismo y dejó de beber a los 40 años, una prueba de fuerza de voluntad. Y nunca, en su breve carrera política, ha cometido un error de bulto debido a la impulsividad. Jimmy Carter era un hombre inteligentísimo y un buen orador, pero falló en momentos de crisis porque era capaz de enfocar un mismo problema desde demasiados ángulos, se obsesionaba con los detalles y se paralizaba. Bush no sufre ese problema: siempre ha tenido pocos objetivos pero muy claros. Ahora sólo tiene uno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.