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ESCÁNDALO FINANCIERO

El inspector que descubrió el caso pidió que le comunicaran por carta su relevo

Javier Moreno

El director general de Supervisión de la CNMV, David Vives, pidió a sus superiores que le notificasen por escrito que otro equipo, no dirigido por él, se iba a encargar de seguir el caso Gescartera, según las fuentes consultadas. Vives había descubierto las irregularidades en la gestión de Antonio Camacho pero, tras el consejo del 16 de abril de 1999, fue la Dirección General de Inspección la encargada de proseguir las actuaciones.

El caso, una vez tomada la decisión de abrir expediente, se pasó a la Unidad de Inspección, dirigida primero por Jesús Ibarra y después por Antonio Botella. La inspección se encargó a dos funcionarias, Lucrecia Mosquera y María Teresa de Miguel. Vives, según fuentes de la Comisión, asistió posteriormente a reuniones en las que se daba cuenta de la marcha del expediente.

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La inspección, que partía en gran parte de los resultados de las investigaciones de Vives, se alargó durante meses. En contra de la necesidad de intervención que se había defendido Vives hasta la celebración del consejo extraordinario de la CNMV, la tesis oficial comenzaba a decantarse hacia lo que finalmente sería: una simple irregularidad castigada con una multa irrisoria.

Técnicamente, el traspaso desde Supervisión a la Dirección General de Inspección, que es la división encargada de seguir las actuaciones sobre información privilegiada y otras irregularidades de empresas cotizadas, entra dentro de la lógica. Sin embargo, no siempre ha sido así y, en algunos casos, Supervisión ha seguido controlando las inspecciones.

Tras unos meses, Antonio Botella, jefe de la unidad de Inspección, asumió la dirección del caso. En noviembre de 2000, Botella fue ascendido a director general de Supervisión por Pilar Valiente, recién nombrada presidenta de la CNMV por el Gobierno. Vives, que había defendido la necesidad de intervenir Gescartera, abandonó la CNMV.

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