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Las secuelas de un juguete diabólico

'Tiraron una piedra al coche', explicó a sus amigos el hermano de 4 años del bebé malherido por la bomba

Mikel Ormazabal

La familia Galarraga-Castelló mastica el dolor más amargo de su vida. Pasarán muchos años hasta que puedan digerir la tragedia que les destrozó hace hoy una semana. Un diabólico cochecito de juguete cargado con pólvora ha alterado por completo el rumbo de sus vidas. Acaban de enterrar a la abuela paterna, María Eraunzetamurgil, una mujer de 62 años que murió desangrada al seccionarle la yugular una pieza de plástico del juguete. Viven pendientes de su hijo de 16 meses, hospitalizado en estado crítico, a quien nunca recuperarán como le conocieron. Y, además, deben aparentar una naturalidad imposible delante del otro hijo, de cuatro años, testigo directo de un crimen inexplicable.

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El pasado martes, al día siguiente de la explosión, este niño fue al parque y contó a sus amigos lo que él cree que sucedió: 'Han tirado una piedra al coche, se ha reventado el espejo y después ha empezado a salir mucho humo'. En realidad, su hermanito y su abuela dieron al interruptor de un coche de juguete. El objeto, aparentemente inocuo, estaba cargado con 10 o 15 gramos de pólvora que estallaron en la cara de ambos. Nadie está preparado para ver así de cruda y cercana la muerte. Ahora pregunta insistentemente por su abuela y su hermanito. Y seguramente piensa que quienes lanzaron la piedra esconden la mano.

Sus padres, Peio Galarraga y Ana Castelló, están hundidos y necesitan la ayuda del equipo de psicólogos del Hospital Donostia, donde está ingresado el hijo menor. Aquí pasan las horas junto a Idoia Galarraga y otros familiares. Idoia, la tía que les regaló el cochecito a sus sobrinos y que conducía el coche en el momento de la explosión, está atravesando 'los peores momentos de su vida', explica Mikel Ezama, propietario del café-billar Txioka, en la parte vieja donostiarra, donde fue abandonado el juguete bomba por un desconocido tres días antes del siniestro.

'No puede quitarse de la cabeza la imagen de la tragedia' y maldice al 'desgraciado que metió pólvora en el juguete sabiendo que iba a cogerlo un niño', señala un allegado de la familia.

La madre de los niños es quien con más entereza está afrontando esta durísima situación. Al día siguiente del crimen, telefoneó al fotógrafo de El Diario Vasco que tomó en sus brazos a aquella criatura maltrecha y la llevó al centro sanitario en el vehículo de un vecino de Zaragoza.

'Los padres están viviendo muy pendientes', explica el redactor gráfico, 'de la evolución del pequeño, aunque tienen que tratar de aceptar que quedarán secuelas y que ya nada será como antes'. Los médicos han comunicado a los padres que 'el niño no va a ser como el resto de los niños'. Ha perdido los dos ojos y tiene fragmentos de plástico incrustados en el cerebro.

El diagnóstico es descorazonador, sobre todo para Idoia Galarraga, quien en estos momentos recibe tratamiento psiquiátrico porque 'no puede quitarse de encima el sentimiento de culpa', dice Ezama. 'Para Idoia ha sido un mazazo y tardará en poder volver a trabajar.'.

Esta joven de 30 años, que jugó al fútbol durante varias temporadas en el equipo del Añorga, junto a Itziar Bakero, hermana del ex capitán del Barcelona, tenía previsto contraer matrimonio el próximo 6 de octubre. La boda ya ha sido aplazada sine die. 'Ahora no está para celebraciones. Sólo piensa en que ha matado a su madre y en la salud de su sobrino más pequeño', reconoce un conocido de la joven.

Los Galarraga-Castelló están recibiendo numerosas muestras de solidaridad. Se trata de una familia euskaldun muy conocida en el donostiarra barrio del Antiguo, sobre todo en el bloque Gurutze (cruz), cuyos inquilinos son en su mayoría obreros.

Peio conduce un camión de reparto del grupo cervecero Cruzcampo, empresa en la que representa al sindicato independentista LAB, mientras que su esposa, Ana, trabaja en la consulta de un dentista.

Los pediatras que cuidan del hijo menor les han asegurado que en breve comenzará a despertarse. Según los especialistas, 'es recomendable que en ese momento el niño solamente escuche la voz de tres personas: sus padres y su tía Idoia', explica Ezama, que abrió su negocio el día siguiente del funeral de María Eraunzetamurgil y está en contacto permanente con esta familia.

Los Galarraga-Castelló, que están 'muy encima' del hijo mayor e intentan por todos los medios mantenerle lo más alejado posible del dolor, 'no quieren saber nada de lo ocurrido', afirma un amigo, desesperanzado porque está convencido de que 'nunca se sabrá toda la verdad'.

Lo cierto es que este atentado logró unir durante 15 minutos y en silencio a todas las fuerzas políticas vascas, incluida Batasuna, en una misma concentración en San Sebastián convocada por el Ayuntamiento, aunque cada cual ha hecho su lectura de la explosión. Mientras las fuerzas democráticas apuntan a un crimen indiscriminado -el PP lo clasifica como un acto de kale borroka-, los simpatizantes de la izquierda abertzale siguen convencidos de que es 'un episodio más de la guerra sucia'.

Mientras tanto, el Gobierno vasco ha asumido como una prioridad política y policial el esclarecimiento de los hechos, aunque la Ertzaintza sigue estando a ciegas sobre la autoría del atentado. Aunque la Consejería de Interior apeló a la colaboración ciudadana, durante las 24 horas siguientes a la explosión del juguete trampa -las más importantes para localizar algún indicio- no se recibió ninguna llamana en el teléfono habilitado al efecto.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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