De Donosti a Barcelona
ETA es una empresa de administración del miedo. Pero un verdugo incapaz de salvar su cabeza deja de producir temor o lo produce en mucha menor medida. Por eso, aparte de otras consideraciones -como la gran cantidad de explosivos recuperados-, son tan importantes las detenciones de estos días.
La captura del nuevo comando Barcelona y los indicios de que los detenidos en Guipúzcoa no eran un brazo del comando Donosti, sino su cabeza, son noticias que desmienten el tópico interesado de la invulnerabilidad de ETA. La llegada a Madrid (esposado) de Urrosolo Sistiaga completa el cuadro. La mayoría de los activistas de ETA acaba en prisión. Y si es cierto que los terroristas logran recomponer los comandos desarticulados por la policía, también lo es que sus nuevos componentes acaban siendo detenidos a su vez, sin que entretanto consiga ETA imponer sus objetivos.
La banda ha estado varias veces en situación crítica, pero diversas circunstancias han impedido convertir su debilidad organizativa en derrota política. Aunque ETA disponga todavía de grupos operativos, tal vez no esté lejos una situación como la que siguió a la detención de la cúpula etarra en Bidart o la que se produjo tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. En los dos casos hubo posibilidades reales de hacer efectiva la derrota política de las armas. Sin embargo, en ambos hubo un acercamiento del nacionalismo institucional que retrasó el desenlace.
Un historiador y comentarista nacionalista revelaba el mes pasado, en el diario Deia, que tras el asesinato del concejal de Ermua 'centenares de militantes del PNV' se reunieron para 'ver cómo afrontábamos la brutal campaña mediático-política'. En las asambleas hubo quien pensaba que, 'efectivamente, sin ETA nos convertiríamos en una fuerza vulgar'. Según el autor, 'se vivieron los momentos más críticos desde 1936 (incluso más críticos que los de la última escisión)'. El resultado del temor nacionalista a que una derrota de ETA lo fuera de todo el nacionalismo se tradujo en el pacto del verano de 1998 por el que el PNV y EA asumían, a cambio de una tregua, un programa de ruptura con el autonomismo (mediante la Asamblea de Municipios) y con los partidos no nacionalistas, y una estrategia de frente nacionalista.
Los efectos de esa aventura no se han superado del todo, pero las condiciones hacen improbable que los nacionalistas vuelvan a tropezar en la misma piedra. En primer lugar, el brazo político de ETA se ha debilitado enormemente, perdiendo en favor de PNV- EA el 40% de los votos y la mitad de los escaños de las autonómicas de 1998. Ese trasvase se vio favorecido por la decisión de ETA de imponer a EH el boicot en las elecciones generales de 2000, lo que preparó al electorado radical para dar el salto en las autonómicas. El resultado fue que el nacionalismo institucional dejara de estar condicionado por EH para gobernar.
Otro factor es la actitud de la policía vasca. Un portavoz de Batasuna expresaba hace dos días su 'preocupación por el camino emprendido por la Ertzaintza' al detener al comando Donosti, lo que, a su juicio, demostraba que 'el verdadero ganador de las elecciones del 13-M ha sido Mayor Oreja'. Sin embargo, sería insólito que ETA asesinase a agentes de la policía vasca y ésta se abstuviera de intentar detener a los autores. A su vez, esa actitud de la Ertzaintza refleja la imposibilidad de seguir aplazando indefinidamente, como intenta un sector del nacionalismo, el enfrentamiento con ETA. 'Vamos a combatir a ETA con todas nuestras fuerzas', dijo el lehendakari en su investidura. La lógica de ese compromiso conduce a una ruptura con la estrategia frentista y a reanudar los lazos rotos con las fuerzas democráticas no nacionalistas.
No se ha verificado del todo la hipótesis de que ningún partido modifica su política tras una victoria electoral. El PNV ganó las elecciones, pero tal vez tengan razón los que sostienen que las perdieron los sectores más radicales de ese partido. Esos sectores buscarán ahora su revancha en escenarios más propicios a la confraternización nacionalista, como puede ser la conferencia de Elkarri, que se inicia en septiembre con la pretensión de sentar las bases de un nuevo consenso que integre al mundo de ETA. Sin embargo, no es posible a la vez integrar a ETA, cuya idea de democracia es que los demás acepten su programa, y respetar la pluralidad vasca. Ayer se colocaron en el Ayuntamiento de Bilbao las banderas de la la UE, de España, de Euskadi y de la ciudad. Un portavoz de Batasuna manifestó su oposición a la presencia de la española porque significaba 'la negación de Euskal Herria'. En Bilbao, los partidos nacionalistas, PNV-EA y EH, sumaron el 13 de mayo 105.491 votos; el PP y PSOE, 114.151.
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