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Reportaje:

Un lavado de imagen para el arte a cielo abierto

El Ayuntamiento comienza la rehabilitación del Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana

Los miles de turistas que visitan estos días Madrid con una guía de la ciudad bajo el brazo saben que tienen que hacer, bajo el fuerte calor, parada obligada en el Museo del Prado, en el Reina Sofía y en el Thyssen-Bornemisza. Pero muy pocos conocen que en la capital hay otro museo que se puede visitar y que tiene obras de artistas como Eduardo Chillida, Joan Miró, Julio González o Subirachs.

Es el Museo de Escultura al Aire Libre del paseo de la Castellana, un lugar que no se parece en nada a un museo al uso y que no es percibido como tal por la mayor parte de sus visitantes, que suelen llegar a él por casualidad. 'Estábamos dando una vuelta por Madrid y hemos visto estas esculturas al aire libre, pero no parece un museo', afirman dos turistas que han llegado desde Barcelona. 'Anda, mira, si hay hasta una escultura de Miró', comentan.

Las obras han sufrido ataques vandálicos, sobre todo pintadas con 'spray'

La obra a la que se refieren es Mére Ubu, una de las 17 esculturas que componen este museo gratuito situado bajo el paso elevado que une las calles de Juan Bravo y de Eduardo Dato. Mére Ubu es una figura mezcla de mujer y de pájaro de proporciones monumentales, una especie de animal fantástico. Otras obras del museo, como El homenaje a la hoz y al martillo, de Julio González, evocan memorias de la guerra civil.

El museo, que depende de la concejalía de Vivienda y Rehabilitación Urbana, está en estos momentos en pleno proceso de rehabilitación por parte del Ayuntamiento. Este proyecto, que está previsto que finalice en otoño, incluye las barandillas, el mobiliario, los jardines y las placas de las esculturas. De momento, las obras han comenzado en la cascada de agua del artista Eusebio Sempere. 'Se va a limpiar y a impermeabilizar la fuente, ya que se estaban produciendo filtraciones de agua', explican desde el Ayuntamiento. Todo el proyecto de rehabilitación del Museo de Escultura al Aire Libre contará, según las mismas fuentes, con unos 32 millones de pesetas.

Mientras, algunas de las esculturas presentan pintadas hechas con spray y algunas de las placas que tienen el nombre del autor y de la obra están muy desgastadas. 'No entendemos cómo, con las obras tan importantes -que valen miles de millones de pesetas- que hay en este espacio, no hay nadie controlando', comentan otros turistas. Y añaden: 'El espacio debería estar acotado por algún lado y tener más zonas verdes. En nuestra guía turística de Madrid, por ejemplo, ni siquiera aparece'.

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El museo no tiene vigilancia específica, tan sólo los guardias de seguridad de los bancos cercanos regañan a los turistas que pretenden subirse a las esculturas para hacerse la foto de recuerdo. Hace un año, el concejal de Circulación y Vivienda, Sigfrido Herráez, solicitó a la Delegación del Gobierno permiso para instalar dos cámaras de vídeo que vigilasen las esculturas del paseo de la Castellana. Pero, de momento, la idea no ha prosperado.

Herráez sabía de lo que hablaba. Las esculturas han sufrido varias agresiones a lo largo de los años. En 1999, unos vándalos dañaron El homenaje a la hoz y el martillo, de Julio González, y la Policía Municipal tuvo que rescatar la estatua y ponerla unos días bajo protección oficial hasta que fue restaurada. Otro ejemplo: en 1993, la obra Un mon per a infants (Un mundo para niños), del artista valenciano Andreu Alfaro, fue objeto de un acto vandálico: de las 13 piezas de acero que la integran, los ladrones sólo dejaron una. Los encargados municipales del museo se enteraron, 10 días después de que faltase, de que tenían una escultura menos. Y eso que la obra tiene dos metros de alto. Alfaro, autor también del gran montaje metálico de los arcos de la avenida de la Ilustración (distrito de Fuencarral-El Pardo), restauró la obra con una ayuda simbólica del Ayuntamiento y volvió a exponerse en el paseo de la Castellana.

Aparte de los graffitis y de los actos vandálicos, las esculturas también tienen otro problema añadido: los chavales que, de vez en cuando, patinan en la plaza y que, al girar, se cuelgan de las obras para tomar más impulso. Además, muy cerca del museo hay bares y discotecas y, a ciertas horas de la madrugada, algunos trasnochadores utilizan las obras de arte como aliviaderos improvisados para eliminar el exceso de alcohol.

Y el puente aguantó la sirena

El Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana se creó a principios de los años setenta. Los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón, autores del puente bajo el que se sitúa el museo, y el artista Eusebio Sempere idearon allí un espacio para aproximar al ciudadano a las más modernas tendencias artísticas. Los artistas representados en el museo pertenecen cronológicamente a dos generaciones de la vanguardia española. La primera es la denominada vanguardia histórica, formada por todos aquéllos que, durante los años veinte y treinta, abrieron nuevos caminos frente al arte establecido. Entre los autores de esta etapa destacan Joan Miró y Julio González. El segundo grupo está formado por artistas de la generación de los años cincuenta, heredera del espíritu vanguardista anterior a la guerra civil, como Andreu Alfaro. Aunque el museo se abrió al público en 1972, la inauguración oficial no se pudo llevar a cabo debido a la polémica que desencadenó el montaje de La sirena varada de Chillida, especialmente creada para quedar suspendida de los pilares del puente. El Ayuntamiento, gobernado a la sazón por Arias Navarro, se opuso a que esta obra colgase del puente, alegando razones de seguridad por el peso excesivo de la misma. La escultura de Chillida fue retirada en abril de 1973 del museo y empezó un largo peregrinaje, al que puso fin el alcalde José Luis Álvarez en 1978, que decidió colgarla definitivamente en su emplazamiento original. La sirena varada, con sus 6.150 kilos de hormigón, quedó por fin instalada el 2 de septiembre de 1978 y es la obra más emblemática del museo. Una de las piezas del conjunto, obra de Gerardo Rueda, tiene el triste récord de ser el monumento que más agresiones vandálicas sufrió el año pasado en la capital: ocho veces fue atacado, cubierto con pintadas o golpeado. Le sigue a escasa distancia, con siete agresiones, el Oso y el Madroño de la Puerta del Sol. El Ayuntamiento de Madrid adjudicará a finales de año el contrato para la conservación, limpieza y mantenimiento de 1.300 monumentos de la ciudad.

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