El cerebro no puede con dos tareas a la vez
Un estudio demuestra la imposibilidad de hablar por el móvil y mantener la atención al volante
Los científicos tienen malas noticias para las personas que creen que pueden conducir un coche con destreza mientras mantienen una conversación por su teléfono móvil. El primer estudio de la actividad cerebral que emplea imágenes de resonancia magnética para comparar lo que sucede en la cabeza de las personas cuando se realizan tareas complejas y se pretende hacer dos cosas al mismo tiempo revela un hecho inquietante: parece ser que el cerebro tiene una cantidad limitada de espacio para dedicar a las tareas que requieren atención.
Según los autores de la investigación, cuando una persona intenta conducir en un momento de tráfico denso y al mismo tiempo charlar, su actividad cerebral no se multiplica por dos, sino que la cantidad de actividad cerebral que se dedica a cada una de las tareas disminuye realmente. En consecuencia, quienes realizan de manera simultánea dos tareas que exigen atención no hacen verdaderamente ninguna de las dos igual de bien que como lo harían por separado.
El teléfono de manos libres no resuelve el problema de dos actividades complejas
El estudio, publicado este mes en la revista estadounidense Neuroimage, ha sido dirigido por Marcel Just, catedrático de Psicología y director adjunto del Centro de Imágenes Cognitivas del Cerebro de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (Pensilvania). Aunque la investigación no examinó directamente la actividad cerebral de personas que estuvieran conduciendo y hablando, sí analizó tareas que se realizan utilizando regiones cerebrales similares, advierte Just. En una siguiente fase, está previsto estudiar el cerebro de las personas que utilizan un simulador de conducción mientras alguien les habla.
Jordan Grafman, un neurólogo del Instituto Nacional de Enfermedades Neurológicas e Infartos del hospital Betheseda (Maryland), señala que, aunque el estudio no abarca el uso de teléfonos móviles, resulta importante para la política oficial sobre tráfico. 'Los legisladores tienen que saber que el intentar hacer varias tareas a la vez acarrea un coste', dice Grafman.
Por su parte, Christof Kock, catedrático de Biología Cognitiva y Conductista del Instituto de Tecnología de California, afirma: 'Sin lugar a dudas, este estudio ha sido muy bien realizado. Después de todo, cuando uno quiere verdaderamente escuchar algo a fondo cierra los ojos para concentrarse, ¿no?'.
En los últimos años se ha hecho posible diseñar mapas de las áreas del cerebro relacionadas con las tareas de alto nivel cognitivo: así, podemos ya tener una visión de cómo trabaja el cerebro en actividades como el procesamiento de frases, la comprensión de párrafos, la formulación de estrategias, la planificación de varias acciones con anterioridad y la evaluación de la incertidumbre.
Cuando se realizan estas tareas mentales, los aparatos que obtienen imágenes del funcionamiento del cerebro pueden detectar las áreas que registran mayor actividad. Debido a que el cerebro activo utiliza más oxígeno, se pueden distinguir una serie de puntos calientes sobre un fondo que corresponde a las células menos activas.
Las regiones cerebrales activas se miden en vóxels, un volumen de tejido nervioso del tamaño de un grano de arroz. Cuando una parte del cerebro en particular está trabajando intensamente, se encienden más vóxels.
Investigaciones anteriores demostraron que cuando una sola zona del cerebro -por ejemplo el córtex visual- se ve obligada a afrontar dos cosas al mismo tiempo, tal como seguir la pista a dos objetos, se produce menos activación cerebral que cuando se observa una sola cosa cada vez, indica Just.
El nuevo estudio pretendía, por tanto, descubrir si sucedía algo semejante cuando dos tareas muy distintas se realizaban simultáneamente en diversas partes del cerebro. La respuesta en principio no era evidente, según Just. Podía ocurrir que ambas tareas se realizaran de forma independiente y activasen el doble de espacio en el cerebro. O podía suceder que ambas actividades compitieran por el espacio cerebral y activasen un grupo de células distinto e imprevisible.
Just y sus colaboradores eligieron dos tareas concretas para el estudio. Una era la comprensión del lenguaje, que se lleva a cabo en el lóbulo temporal del cerebro. Para la otra tarea había que hacer girar objetos en el espacio, un proceso que tiene lugar en el lóbulo parietal.
Se escaneó el cerebro de 18 voluntarios mientras realizaban una tarea o ambas. Para uno de los exámenes escuchaban frases complejas como: 'Las pirámides eran lugares de enterramiento y son una de las siete maravillas del mundo antiguo', y tenían que decidir si las consideraban como verdaderas o falsas. Para la otra prueba se les mostraban distintos pares de figuras en tres dimensiones y se les pedía que las hiciesen girar mentalmente para decidir si eran o no iguales.
Más tarde, los voluntarios intentaron realizar ambas tareas simultáneamente y de forma igualmente concienzuda. Los investigadores confirmaron que ambas tareas se alojaban en partes distintas del cerebro. Así, la tarea del lenguaje, por sí sola, activaba 37 vóxels de tejido cerebral, principalmente en las regiones temporales, explica Just. En cuanto a la tarea de girar mentalmente las figuras, también activaba 37 vóxels, sobre todo en las zonas parietales. Pero, sin embargo, cuando se realizaban ambas tareas al mismo tiempo, los cerebros de los voluntarios no utilizaban la suma de ambas -es decir, 74 vóxels-, sino que sólo mostraban 42 de actividad.
Hablar y conducir Todo el mundo ha tenido la experiencia de intentar hacer dos cosas al mismo tiempo, como, por ejemplo, conducir un coche e ir hablando con un pasajero, dice Just. Tanto hablar como conducir pueden llegar a convertirse en un acto automático y no exigir mucha potencia mental. Pero cuando un conductor con experiencia se encuentra con un aumento repentino de la dificultad -por ejemplo, surge una discusión en el coche y en ese momento empieza a caer aguanieve-, quien va al volante probablemente interrumpirá la conversación para prestar atención a la carretera.
La diferencia entre hablar personalmente y hablar por teléfono está en que el pasajero puede observar que la situación de la carretera ha cambiado y es probable que se calle, añade Just. Pero el interlocutor que está al otro lado de la línea telefónica no ve esos cambios y puede seguir charlando.
La utilización de un teléfono de manos libres no resuelve el problema de la incapacidad del cerebro para llevar a cabo dos tareas complejas al mismo tiempo. Y dado que no es posible prohibir la conversación con otro ser humano en los coches, la única alternativa se basa en la educación. La gente tiene que saber que su cerebro tiene un límite, a pesar de que estén bajo la ilusión de que la realización simultánea de múltiples tareas es la onda del futuro.
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