Los dos bandos tratan de ganar tiempo
Aunque la OTAN quiere estar sólo un mes, hay interesados en implicar a la Alianza en un nuevo polvorín
El presidente Borís Trajkovski y el Gobierno de Macedonia han dado un paso más en la aplicación del plan de paz. El presidente ha pedido al Parlamento que se reúna para discutir las reformas legales previstas en el acuerdo de paz firmado el lunes. El Gobierno autoriza la entrada de la fuerza de la OTAN, encargada de llevar adelante la misión Cosecha Esencial, que trata de recoger y luego destruir las armas en manos de los alzados de la guerrilla albanesa del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ayer, por segundo día consecutivo, tampoco se registaron choques armados dignos de mención.
Al mismo tiempo, se pone de manifiesto cada vez más que todas las partes implicadas en el conflicto tratan de ganar tiempo y sacar el mayor partido posible de un juego peligroso entre la guerra civil y la paz. Los eslavos macedonios quieren acabar con la guerra de baja intensidad por el menor precio posible en las concesiones a la minoría albanesa. La guerrilla del ELN y los políticos albaneses tratan de capitalizar al máximo, en forma de derechos civiles legalizados, su renuncia a la lucha armada. La OTAN intenta realizar una operación que no provoque ni un rasguño a sus soldados y evitar caer en una nueva trampa balcánica sin salida, como ocurrió en Bosnia y Kosovo.
La mejor noticia en Macedonia es la falta de noticias sobre enfrentamientos armados y matanzas, como las ocurridas la semana pasada y la del domingo en Ljuboten, que todavía permanece sumida en la oscuridad y las acusaciones recíprocas. Los portavoces de las fuerzas internacionales (Kfor) y del Ministerio de Defensa sólo habían registrado ayer intercambios de disparos en diversos puntos del país, pero con armas ligeras. Los 15 expertos de la OTAN que se encuentran ya en Macedonia tendrán que evaluar si este alto el fuego se sostiene como para permitir el despliegue de la fuerza. La Alianza Atlántica se enfrenta al dilema de jugar con el tiempo. Si se precipita la misión, las tropas internacionales podrían verse implicadas en algún fuego cruzado, con el consiguiente riesgo para esos soldados que superaron los 78 días de bombardeos durante la guerra de Kosovo sin una sola baja. Si, por el contrario, retrasan la llegada a Macedonia, la OTAN podría encontrarse con que el precario alto el fuego, que parece pegado con saliva, se viene abajo ante cualquier provocación o incidente armado. Por desgracia, no faltan en Macedonia, en ambas partes, personas y grupos interesados en echar gasolina al fuego.
El comandante de Cosecha Esencial, el general de división danés Gunnar Lang, delimitó ayer el terreno durante una conferencia de prensa. La OTAN no viene a una misión de paz a Macedonia, sino a una mera recogida de armamento. La OTAN no irá a buscar las armas, sino que se limitará a recibir, y destruir, las que de buen grado entregue la guerrilla albanesa. El pacto logrado es con el ELN y la OTAN no quiere saber nada de otros, más o menos presuntos, grupos guerrilleros albaneses que vayan por libre.
Si alguien desea ver cómo se les erizan los cabellos a los mandos de la OTAN, basta con mentarles las siglas Mfor, que serían las adecuadas para una fuerza internacional de paz para Macedonia, similar a las Sfor de Bosnia y la Kfor de Kosovo. La OTAN trata de salir de la trampa macedonia en un mes. La cuestión es si podrá hacerlo, en el caso de que en esos 30 días rompan de nuevo las hostilidades, y si sus soldados podrían comportarse como una ONG encargada de la recogida de armas sin importarles que les salpique la sangre de los que se maten a su lado. No sería muy estética una repetición de una Srebrenica macedonia. No faltan los que suponen que un objetivo de la guerrilla albanesa sería implicar a la OTAN en el conflicto y crear en Macedonia una situación similar a la de Kosovo.
Otra duda es si la OTAN aceptará asumir el papel de Celestina de una entrega ficticia de armas y se conformará, como ocurrió en Kosovo, con recoger un montón de hierros sin valor, mientras las armas se guardan en zulos en espera de mejor ocasión. Buena parte de las armas que ahora usa la guerrilla del ELN proceden de las no entregadas en su día en Kosovo. Este punto está preñado de potencial explosivo. Como muestra baste decir que de parte de la guerrilla albanesa se habla de 2.000 armas. Un periódico eslavo macedonio mencionaba ayer la cifra de un millón.
Los dos contendientes del conflicto tratan de ganar, como sea, la partida de póquer abierta y se encuentran metidos de lleno en la vieja cuestión de si fue antes el huevo o la gallina: derechos civiles a cambio de desarme y ver quién entrega sus bazas primero. Los macedonios eslavos tratan de que las concesiones a la minoría albanesa se aprueben en el Parlamento, contra el pago en efectivo en forma de una entrega copiosa de armamento y el abandono de las posiciones que el ELN ha ocupado en los últimos meses. Por eso los macedonios eslavos se agarran al largo proceso legislativo de 45 días y la necesidad de dos tercios para reformar la Constitución. En ese largo periodo podrían en cualquier momento levantarse de la mesa, romper la baraja y, como decía el jefe diplomático de la UE, Javier Solana, 'decidir que prefieren matarse'.
Los albaneses, por su parte, tratan de representar el papel de buenos chicos ante la así llamada comunidad internacional, formada por la OTAN, la UE y Estados Unidos. Esto les produjo buenos réditos en Kosovo, pero ahora las circunstancias han cambiado. Sobre todo, porque no anda de por medio un personaje como el déspota de Belgrado Slobodan Milosevic. La guerrilla albanesa quiere que las concesiones para su nación resulten palpables en forma de aprobación en el Parlamento y juegan a no entregar todas sus bazas, es decir, armas, hasta tener pájaro en mano.
Un elemento, presente en ambas comunidades, agrava la situación. Tanto entre los eslavos como en los albaneses abundan los elementos dispuestos a ganar la partida, aunque sea a base de juego sucio, cartas marcadas y echar gasolina a los rescoldos de la hoguera. Del primer ministro macedonio, Ljubco Georgievski, son muchos los que afirman que tiene desalquilada la azotea. Esta afirmación resulta muy aventurada sin el correspondiente informe pericial, pero no cabe duda de que la tiene muy recalentada. Georgievski y su aliado el ministro del Interior ultranacionalista, Ljube Boshkovki, encierran suficiente capital desestabilizador como para incendiar Macedonia.
Lo mismo puede decirse del llamado Ejército Nacional Albanés (ENA), de reciente aparición. El ENA ha puesto a parir a la dirección del ELN que pactó con la OTAN y aceptó el acuerdo de paz, que, según ellos, somete a la nación albanesa a la dominación eslava. El ENA se atribuyó la emboscada que costó la vida a 10 soldados macedonios la semana pasada. El ENA podría ser la creación de algún grupo provocador y podría convertirse en refugio para todos los insensatos que ahora se sienten superhombres y salvadores de la gran patria albanesa con su Kaláshnikov al hombro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.