Los chicos presos
Presos y torturados, según muchos y valiosos testimonios (como el del Consulado de Génova). No he tenido la sensación de que el ministro de Asuntos Exteriores haya insistido a su colega italiano para que libere y devuelva a los cautivos españoles. Bastaría con que Aznar llamase a su compadre Berlusconi. No digo que no lo haya hecho; pero tendría que ser algo público, anunciado, divulgado. Se ha de saber que España no acepta que sus ciudadanos detenidos por alborotos y por razones políticas -el enfrentamiento con la globalización es una razón política- sigan en la cárcel varios días; y una española herida, en un hospital, a la que se dará de alta en un mes; raro hospital donde se sabe el plazo largo y fijo de una herida por los guardias.
Pienso que Aznar cree en la globalización y en el europeísmo, y que agradece al Berlusca que haga lo que él no se atreve a hacer; es también una reciprocidad de lo que espera que se haga con los terroristas escapados, y ésa es otra cuestión distinta. Pero hay muchos aquí que queremos que se devuelva a estos chicos y a todos los demás de cada país: no somos globalistas, pero sí internacionalistas.
Por otra parte, lo que pretenden estos represaliados, y probablemente provocados, y seguramente defensivos y sin duda descubridores de infiltrados, es que la globalización del planeta sea una realidad social y total, y que las limosnillas arrojadas sobre un Tercer (cuarto, o quincuagésimo) Mundo no excusen un sistema económico-militar que mata de hambre para combatir la obesidad de los ciudadanos de sus países. No digo que estos chicos ingenuos y abnegados, apaleados e incluso uno asesinado, sean inútiles: por el contrario, levantan el ánimo a una izquierda que parecía dormida en el organismo vacunado por la democracia inacabada, y visiblemente recompuesta -aunque sólo sea en este tema-, frente al lenguaje de los señores obsesos -insultante, denunciante, mentiroso-; quizá consigan que los globales cambien de nombre, y que el eufemismo imperial deje de servir. Encontrarán otro, refugiados en las Montañas Rocosas, donde están esculpidos los rostros de los presidentes de Estados Unidos.
Puede que los rebeldes de Seattle, de Génova o del mundo lo tomen como una victoria; y hasta quizá lo sea hacerles huir o cambiar de aspecto, o introducir nuevas formas de palabras perdidas. Pero es una historia mucho más antigua y será mucho más larga.
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