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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Llanero solitario

Estados Unidos, la hiperpotencia, ha decidido cabalgar en solitario, sin ataduras multilaterales. La última prueba llegó ayer, cuando rechazó en Ginebra, alegando razones de 'seguridad nacional e información confidencial', el protocolo para verificar la aplicación del tratado que desde hace casi 30 años prohíbe las armas biológicas. Con ello ha creado una nueva fisura con sus aliados de la OTAN. Mientras muchos otros países se afanan en construir un nuevo orden global legal, EE UU pretende quedarse al margen de la ley. En el caso de las armas biológicas, las presiones de la industria farmacéutica y de biotecnología han sido evidentes, pues temían un intrusismo que quebrara sus investigaciones confidenciales. Es una nueva prueba de la subordinación de la Administración de Bush a los intereses de las grandes empresas.

La lista de 'exenciones' para EE UU empieza a ser larga: rechazo al Tratado de Prohibición de las Minas Antipersonas (con la excusa de la defensa de Corea del Sur) y a la ratificación del de Prohibición Total de las Pruebas Nucleares (para poder desarrollar microbombas); dilución (forzada por el poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle) de la primera conferencia de la ONU contra el tráfico ilícito de armas ligeras que terminó la semana pasada, y, tras su negativa a aceptar un futuro Tribunal Penal Internacional permanente, preparación de leyes nacionales que permitan intervenir al Ejecutivo norteamericano en el caso de que uno de sus ciudadanos fuese llevado ante tal instancia. Y ahora quiere revisar el Tratado ABM, que limita los sistemas de defensa contra misiles balísticos firmado con Moscú en 1972 para desarrollar su escudo antimisiles. En otras áreas también pretende cabalgar libremente; por ejemplo, al rechazar el Protocolo de Kioto sobre control de emisión de gases de efecto invernadero y, en el horizonte, su negativa a cerrar todos los paraísos fiscales.

Esta tendencia incipiente con Clinton llega ahora al paroxismo con el republicano Bush. Se crea así una situación sumamente preocupante, con unos Estados vinculados por un nuevo orden jurídico internacional, y EE UU, libre de toda atadura para intervenir como quiera o para preservar a cualquier precio sus intereses industriales. Esta postura ahonda la brecha con sus aliados europeos. Incluso en un mundo en el que EE UU es hegemónico en muchos campos, y en primer lugar en el militar, un orden estable no se puede construir sobre tamaño desequilibrio.

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