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Política catalana y ley de Murphy

Antón Costas

Me ha costado varios días aceptar que el conseller en cap realmente había dicho lo que se le atribuía. Según Artur Mas, la Generalitat ha decido subvencionar a los colegios de élite porque le sobra dinero. Se podía esperar cualquier otro argumento: que les votan; que son simpáticos, elegantes, educados; que van a misa todos los domingos, o que, sencillamente, se lo merecen como cualquier otro colegio, que es lo que aduce Carme-Laura Gil. Todo menos decir que se subvencionan porque sobra dinero y no se sabe qué hacer con él. Estoy seguro de que cualquier ciudadano está dispuesto a sugerirle al conseller en cap mil y una necesidades más urgentes y prioritarias. Dejando de lado que esto de ir presumiendo de dinero no cuadra con las costumbres y el seny del país, comedido como ningún otro en esto de no hacer ostentación externa de la riqueza, las contradicciones a las que lleva una afirmación de ese tipo se vieron unos días después cuando el mismo conseller en cap señaló que la Generalitat iba a exigir 400.000 millones más en su negociación con el Gobierno central, desairando de paso al consejero de Economía, Francesc Homs, menos proclive a los desaires y buen conocedor de los pasillos de la corte de Madrid.

Me da la impresión de que Pujol comparte aquella máxima atribuida al incombustible Gulio Andreotti según la cual si el poder desgasta, la oposición consume

Probablemente no conviene sacar las cosas de sitio llevando la crítica más allá de lo indispensable. Son ocurrencias desafortunadas, pero todos podemos tener un mal día. Quiero pensar que será así, pero no estoy seguro de que sean las últimas. El conseller en cap está en una posición delicada, en la que tiene muchos incentivos para este tipo de boutades. Su situación en la política es la del hereu al que el amo mete en la empresa familiar para que vaya familiarizándose con el negocio y siendo conocido por la clientela, pero al que (a pesar del aparente lugar de privilegio que se le otorga como adjunto del jefe) no se le dan competencias concretas. No es jefe porque hay otro más arriba, y tampoco propiamente consejero porque carece de competencias materiales. En esta situación, la presión para hacerse visible y fortalecer la imagen lleva inevitablemente a salidas de tono y a interferir en las competencias y tareas de los demás. Es algo inevitable. Una situación delicada para cualquier persona, en la que estás obligado a hacer algo, aunque no sea muy útil. Decía la abuela de mi mujer, que era de Montblanc: 'Qui no té feina al gat pentina'.

Vista la situación y el esquema de poder dentro del Gobierno, lo más probable es que la vida política catalana se mueva en los próximos meses de acuerdo con la predicción que establece la llamada la ley de Murphy, a saber: si algo puede ir a peor, acabará yendo. Sólo la convocatoria de elecciones podría evitar que las cosas se comportasen de acuerdo con esa ley.

Pero pienso que Jordi Pujol no las convocará. Se desayunará todas las mañanas con los sapos que sean necesarios por su alianza táctica con el PP, pero no adelantará las elecciones. Sabe que el tiempo juega a su favor, o más propiamente al del hereu. Pero no por lo que muchos piensan, que el tiempo fortalecerá la imagen de Artur Más. No. El tiempo es la mejor medicina que hoy por hoy tiene CiU para debilitar a su rival. Con un Duran Lleida momentáneamente fuera de juego y un hereu que no es precisamente la alegría de la huerta, lo mejor es esperar. Aunque mantener la situación actual perjudique al gobierno, en CiU piensan que peor le irá a la oposición. Me da la impresión de que el presidente comparte aquella máxima atribuida al incombustible Giulio Andreotti según la cual si el poder desgasta, la oposición consume. CiU espera que el paso del tiempo consuma a Maragall y le haga también comportarse de acuerdo con la ley de Murphy.

La esperanza oculta es que al final, cuando se vaya Pujol, Maragall se vea obligado a coger la jubilación anticipada. No se llegará al 'váyase, señor Maragall, váyase', porque aquí se es más educado (aunque la acusación de Mas de que Maragall 'está haciendo el mono' no está nada mal). Esperan que el tiempo nos haga ver a Jordi Pujol y a Pascual Maragall como a personas de la familia, entrañables y respetadas, pero de otra época. Por eso no habrá adelanto de las elecciones, aunque la negociación de la financiación con el Gobierno central no vaya como a CiU le gustaría.

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Mientras, las cosas irán a peor. Los problemas pendientes se empantanarán y perderemos un tiempo precioso para preparar el futuro, en un mundo más abierto y competitivo. Además, no nos queda ni el consuelo de entusiasmarnos con el Barça. También en este tema lo más probable es que se cumpla la ley de Murphy. A ver si a la vuelta de vacaciones estamos algo más optimistas.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB

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