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CUMBRE DEL GRUPO DE LOS OCHO
Columna
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El club de la mentira

Georges Berthoin, cofundador de la Trilateral, en una sesión sobre Globalización del último Encuentro de Versalles, responsabilizó al doble lenguaje de los políticos, por el casi unánime rechazo del compromiso político por parte de los ciudadanos. La Cumbre de Génova está lloviendo sobre este mar en los grandes temas de su agenda. Volveremos a tener promesas, incluso cifradas, que serán cortinas de humo con las que seguir ocultando la persistencia de una insoportable realidad. En junio de 1996 en Lyon, el G-7 nos anunció que iba a reducir la deuda en el 80%. En junio de 1999, en su reunión de Colonia, extendió la programada reducción al 90%. ¿Dónde estamos hoy? Según datos del PNUD, la deuda total de los países del Tercer Mundo supera ya los dos billones de dólares, a pesar de que reembolsan cada año más de 200.000 millones de dólares, y de que el costo de ese reembolso para el África subsahariana es cinco veces superior a sus presupuestos de salud y de educación. Por lo demás, entre 1982 y 1998 los países del sur pagaron casi cuatro veces sus deudas para encontrarse al final de ese periodo con un importe deudor casi tres veces superior al que tenían en 1982. ¿Cómo explicar que tanto perdón reductor haya desembocado en esos resultados? Primero por las condiciones de la condonación, pues para que funcionen los países que quieran beneficiarse de ella, tienen que ser muy pobres y estar muy endeudados, además de haber aplicado durante al menos seis años un programa de severo ajuste estructural y de no haber reescalonado la deuda después de 1985. Y en segundo lugar, porque el FMI y el Banco Mundial, que son quienes detentan los mayores saldos acreedores -en África, entre el 40% y el 75%, según países, de la deuda-, prácticamente no renuncian nunca a cobrar lo que se les debe. Siguiendo estas prácticas y criterios, la reducción anunciada en Colonia se ha quedado en poco más del 2% de la deuda total. Es verdad que muchos líderes del sur depositan el dinero de los préstamos en sus cuentas particulares de los paraísos fiscales. Pero precisamente una de las principales promesas incumplidas del G-7 es la de acabar con esas celebradas cuevas de ladrones.

Para el presidente Bush Jr. los manifestantes de Génova son quienes condenan los pobres a la miseria, al oponerse a un orden económico mundial que es el único capaz de crear prosperidad para todos. Pero, en cambio, Michel Camdessus, que después de 13 años de presidir el FMI, debe saber de lo que habla, acaba de repetir en la UIMP de Santander lo que dijo ya en julio del año pasado en Buenos Aires: 'La globalización suele venir acompañada de una creciente desigualdad en la distribución de la riqueza, y hasta ahora hemos sido incapaces de encontrar solución a este grave problema...' El cinismo provocador de los amos del mundo y la mentira depredadora en la que quieren mantenernos son lo que está suscitando esta inmensa reacción mundial. Más de 100.000 hombres y mujeres en marcha hacia Génova, para pedir simplemente que se ponga fin al descalabro y que se nos diga de verdad cómo puede y quiere hacerse. El espectáculo de los líderes de las ocho grandes potencias del mundo, bunkerizados y protegidos por fuertes contingentes policiales, frente a la peligrosísima agresión de manifestantes que se reivindican y actúan como pacifistas -salvo pequeños grupos adictos a la cultura de la violencia que nos predican los medios- sólo es comparable en lo grotesco a la justificación del escudo antimisiles por el peligro de ataque mundial que representan Libia o Irak. Mientras tanto el G-7/8 se prepara para dar una larga cambiada al proyecto de ralentizar la destrucción de nuestro medio natural, ese componente esencial que es un bien común global. Bien, pues, de todos que tiene en quienes velan por lo de todos -las comunidades políticas y los Estados- sus primeros celadores. Ahí esperábamos al G-7. Pero cabe otra lectura, que lo de todos no es de nadie y por tanto es mío. Lectura que parece haber hecho suya el presidente Bush y que bendecirá este G-7 diluyendo Kioto, y entregando a la codicia de los industriales de la energía nuestra patria-tierra. Los manifestantes de Génova no están dispuestos a tragar y a que nos sigan tomando por imbéciles. Menos mal.

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