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LA OFENSIVA TERRORISTA
Columna
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Sin escapatoria

Aun cuando el resultado de las elecciones vascas del 13 de mayo pudiera parecer claro y nítido, ocultaba importantes ambigüedades que reaparecen ahora en el discurso de investidura del lehendakari Ibarretxe. Ciertamente, los vascos dijeron no a la violencia de ETA y EH, y lo hicieron de modo rotundo. Ciertamente, los vascos también aceptaron la propuesta de pacificación vía diálogo que les ofreció el PNV frente a la propuesta de lucha contra ETA representada por Mayor Oreja. Pero no es menos cierto que, frente al programa soberanista que el PNV llevaba impulsando a través de Arzalluz y Egibar desde el último congreso del PNV, fue el discurso estatutista de Ibarretxe, obviando toda referencia al independentismo, lo que les salvó del desastre electoral que preveían.

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Bien es cierto que, desde entonces, Arzalluz no ha dejado de hacer declaraciones recordando el independentismo de Arana, el programa máximo del PNV y los acuerdos del congreso, regresando, pues, al discurso independentista preelectoral.

Evidentemente, se trata de una ambigüedad calculada una vez más. El PNV pretende conservar los votos arrancados a EH hegemonizando el nacionalismo sin perder los votos moderados que han sido siempre su base electoral (y no olvidemos que el PNV ganó hasta en Getxo).

El discurso de investidura de Ibarretxe incorpora así elementos nuevos que responden al mensaje de las urnas, con un regreso a la ambigüedad. Es nueva (y muy bienvenida) la propuesta de apoyo y solidaridad con las víctimas del terrorismo y la violencia, una actitud que puede contribuir poderosamente a la concordia y la serenidad y hacer creíble que Ajuria Enea representa de verdad a todos los vascos. Y lo es también la propuesta de hacer del Parlamento vasco el centro de todo debate, olvidando instituciones fantasma hechas a su medida. Pero, sin duda, donde su proyecto naufraga es en el regreso a la ambigüedad independencia-estatutismo. No porque pueda resultar contradictorio reclamar transferencias más o menos debidas al tiempo que se supera el Estatuto de Gernika, pues quien pide lo más pide lo menos. Ni tampoco porque carezca de legitimidad avanzar un proyecto político que va mas allá de la Constitución, pues tiene razón Ibarretxe al recordar a Mayor Oreja que con quien hay un problema político no es con ETA sino con el nacionalismo vasco. Sino porque la propuesta de derecho de autodeterminación es un gambito que en lugar de aclarar los problemas contribuye a confundirlos más aún en una alocada huida hacia delante dando alas a ETA.

Algún comentarista ha señalado que con esa ambigüedad Ibarretxe pretende blindar al PNV de la violencia, haciendo innecesario confrontar directamente el terror, evitando así lo que llaman 'un enfrentamiento entre vascos'. Pero, ¿cómo abrir un debate franco entre los vascos para poder 'decidir el futuro' cuando la mayoría no se atreve a hablar por miedo a la violencia euskonazi? Hace años que Euskadi carece de condiciones objetivas para un debate político abierto, que no se dan ni siquiera en el recinto de la universidad. Sin paz no puede haber diálogo ni menos referéndum o consulta alguna. El Plan de Ardanza, recordémoslo, aplazaba el diálogo a un 'cese ilimitado en el tiempo' de la violencia.

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Por lo demás, si la ambigüedad sobre el fin perseguía enervar los medios, ETA se ha encargado de cerrarle esa puerta poniendo de manifiesto, con dos asesinatos en menos de 10 horas, que, si puede haber un contencioso político, el problema principal de los vascos sigue siendo el terror, como dijeron las urnas en mayo. Ibarretxe ha abusado de todos los adjetivos del euskera y del castellano para condenar retóricamente a los etarras y su entorno, pero su ejecutoria práctica es más que dudosa, confirmada por la continuidad de Balza en el Gobierno. Antes o después, Ibarretxe va a tener que adoptar la decisión que, insensatamente, pospone: bien se pone al frente de la lucha contra el terror, deja de mirar a otro lado y se lanza a por ETA y su entorno con todos los medios del Estado de Derecho y toda la fuerza de una sociedad airada, haciendo de ello el objetivo prioritario de su Gobierno, o bien se pone al frente del MVLN y la subversión encabezando la revolución nacionalista para lanzarse en brazos de ETA. Represión democrática o subversión, ése es el dilema del que no tiene escapatoria.

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