De la Rúa, frente a una oposición de risa
El presidente de Argentina se ha enzarzado en una desigual batalla contra los humoristas que maltratan su imagen
En diciembre de 1999, cuando Carlos Menem dejó la presidencia en manos de Fernando de la Rúa, los humoristas argentinos estaban preocupados. Después de 10 años de tener en el poder a un personaje ideal para la sátira -al que mostraban como un hombre mujeriego, fanfarrón, corrupto e ignorante- se acercaba un De la Rúa que había enseñado como sus mayores atributos la mesura y el 'dicen que soy aburrido' de su eslogan de campaña.
Parecía difícil continuar con el éxito. No fue así: las páginas de humor de los diarios y los programas de televisión nocturnos aprovecharon rápidamente los titubeos del nuevo Gobierno para parodiarlo en la figura de un De la Rúa despistado, olvidadizo y débil. Preocupado por el dramático descenso en los índices de popularidad del presidente, el Gobierno lanzó hace dos semanas una ofensiva contra los humoristas locales, a los que acusó de 'maltratar la investidura presidencial'. No le fue bien en la embestida: nadie vio en ella mucho más que una simple petición de clemencia.
El ataque se produjo mediante dos vías: una pública, dirigida por el portavoz del Gobierno, Juan Pablo Baylac, quien pidió a dibujantes y guionistas que moderaran sus críticas, y una privada, en la que una abogada contratada por el presidente presentó una querella por daños y perjuicios contra Claudio Dzwonik (más conocido como Nik), humorista del diario La Nación, y otros periodistas.
Baylac denunció también una supuesta 'tinellización de la política', en alusión a Marcelo Tinelli, presentador y director de Videomatch, el programa más popular de la televisión argentina en los pasados 10 años y dedicado en los últimos tiempos a la sátira política más mordaz.
Uno de los personajes de plantilla en Videomatch -cuyo formato importó Antena 3 el año pasado, sin éxito de audiencia- es un imitador de De la Rúa que se olvida las respuestas y se tropieza con los muebles del plató. Nik suele retratarlo en La Nación como un hombre más preocupado por el cuidado de sus bonsáis con una almohada atada a su espalda que por los problemas que vive el país.
Mientras Argentina entera debatía sobre el inesperado embate del Gobierno (con muy pocos adeptos y mayoría de críticos), De la Rúa intentaba alejarse de la polvareda: 'No me molestan ', declaró.
Las gestiones públicas y privadas del Gobierno, que ve con temor el acercamiento de las elecciones legislativas de octubre, no sólo no han tenido éxito, sino que han demostrado que la rapidez de los humoristas es mucho mayor que la suya.
El jueves pasado, en la sección del programa de Tinelli llamada Gran Cuñado -una sátira del popular Gran Hermano, pero cuyos participantes son imitadores de figuras políticas-, el personaje de De la Rúa se presentó repentinamente como un hombre hiperactivo y autoritario. La emisión tuvo una audiencia de casi cuatro millones de espectadores y en algunos pasajes casi superó el récord de la final de la Copa Libertadores de fútbol.
Un reportaje publicado por el diario británico Financial Times terminó por convencer al Gobierno de que la batalla estaba perdida. Titulado 'No te rías de mí, Argentina, clama un presidente contra las cuerdas', el reportaje señalaba que las arengas de Baylac y compañía 'revelan la debilidad de un Gobierno que ha tropezado con una crisis tras otra en el año y medio que lleva de gestión', e incluso ponía en duda la posibilidad de que De la Rúa pudiera cumplir su mandato, que vence en diciembre de 2003. La página estaba ilustrada con dos dibujos de Nik.
El humor invade la economía
El mismo día que salió publicado el reportaje, los mercados financieros castigaron duramente a Argentina. La tasa de riesgo-país, el índice que mide la confiabilidad de la deuda pública de los países emergentes, trepó por encima de los 1.000 puntos, colocando los bonos argentinos como los terceros menos seguros del mundo, detrás de los de Nigeria y Ecuador.
Guillermo Calvo, un economista argentino que cobró fama internacional en 1994 -cuando predijo el efecto tequila provocado por la crisis de la economía mexicana-, sugirió que los dibujos de Nik habían contribuido a aumentar el pánico de los inversores de Wall Street. 'Mostraron a los operadores cómo ven realmente los argentinos al presidente De la Rúa', aseguró en una entrevista con el diario Página 12.
Agotado, Baylac dio por finalizada esta semana la polémica: 'No hay más comentarios que hacer. El Gobierno da por finalizada su participación en el debate y ahora es el momento de que se discuta en la sociedad'.
Baylac todavía no sabía que su tarea posterior iba a ser más angustiosa: pasó todo el día siguiente desmintiendo los rumores sobre una presunta dimisión de De la Rúa.
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