Trimble consuma su dimisión para forzar el desarme del IRA
La renuncia del primer ministro norirlandés coincide con las nuevas marchas orangistas
La renuncia de Trimble, líder de los probritánicos moderados del Partido Unionista del Ulster (UUP), será leída mañana, lunes, ante la Asamblea de Irlanda del Norte y abre un periodo de incertidumbre de seis semanas, el tiempo máximo que permite al Ejecutivo autónomo mantener un jefe de Gobierno en funciones. El hasta ahora jefe del Gobierno autónomo viajó ayer a Somme (oeste de Francia), donde asistió a una conmemoración sobre la Primera Guerra Mundial.
Si pasado ese periodo de consultas Trimble no da marcha atrás, Londres deberá elegir entre suspender por segunda vez la autonomía de la provincia o resignarse a que haya elecciones anticipadas, pese a que los pronósticos anuncian un avance de los partidos más radicales (los republicanos del Sinn Fein y los probritánicos del reverendo Ian Paisley), como ya ocurrió en los recientes comicios municipales y al Parlamento de Westminster.
Con su dimisión, Trimble pretende ofrecer una imagen más radical y reforzar su cada vez más contestado liderazgo en el seno de su partido. Pero, sobre todo, intenta presionar al Sinn Fein para que fuerce la destrucción o la entrega de armas del IRA. Se trata sobre todo de una guerra de símbolos que amenaza una vez más con poner en jaque el proceso de paz en un contencioso en el que los símbolos son tan importantes como los hechos.
El problema arranca de la deliberada ambigüedad con que se redactó el histórico acuerdo del Viernes Santo de 1998, que insta a 'poner las armas fuera de uso'. Para el líder del Sinn Fein, Gerry Adams, el IRA ya ha cumplido esa exigencia porque no ha vuelto a utilizar sus armas, almacenadas en depósitos sellados que en parte han podido ser inspeccionados por mediadores internacionales. Pero los unionistas interpretan esa frase como una obligación de entregar o destruir los arsenales y exigen al menos un gesto simbólico.
Se deberá negociar el desarme, pero también otros dos puntos conexos: la reforma de la policía autonómica -la Royal Ulster Constabulary- y la reducción de las fuerzas del Ejército británico, que mantiene aún 14.000 hombres en la provincia. El compromiso ha sido imposible en los últimos días.
Las negociaciones coinciden con el periodo más caliente del año, las marchas de los orangistas protestantes del mes de julio, que atraviesan barrios católicos. La crisis política incentiva este año el simbolismo de las marchas y multiplica la posibilidad de incidentes. En las últimas semanas se ha disparado ya la tensión y los enfrentamientos entre unionistas y republicanos al intentar aquéllos impedir el acceso de las alumnas al colegio católico de la Santa Cruz, situado en un barrio protestante de Belfast.
Ayer se registraron en el oeste de la capital enfrentamientos entre las fuerzas antidisturbios y residentes nacionalistas, en vísperas de la marcha de Whiterock, tradicionalmente una de las más tensas del verano. El año pasado esta marcha generó una gran polémica al incorporarse a ella en dos ocasiones grupos paramilitares.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.