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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN
Columna
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El triunfalismo se evapora

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Los que esperaban que el presidente Aznar hiciera una intervención arrogante y triunfalista en lo económico, se equivocaron. En primer lugar, dedicó a la economía menos espacio del habitual. Además, las referencias a los éxitos del pasado se presentaron con bastante modestia. Esta vez no se apropió de la entrada en el euro, sino que dijo que era un logro de todos los españoles. Esta idea de que el Gobierno no es el único responsable de todo lo que sucede, la usó más extensamente al comentar la negativa situación de la inflación: la estabilidad de precios es una obligación del BCE y no del Gobierno español. El aspecto más preocupante del discurso del presidente fue la absoluta falta de referencias concretas a próximas medidas de liberalización e introducción de competencia. En el pasado, al menos anunciaba políticas aunque luego no las adoptara, o incluso fueran en sentido contrario. Esta vez ni siquiera mencionó una sola liberalización de las que, por ejemplo, le acaba de recordar la OCDE.El presidente no citó ninguno de los datos negativos del estado de la economía. No mencionó que España lleva ya tres meses en recesión industrial, ni que el ahorro de las familias ha caído a los niveles más bajos de la historia reciente de España. No habló de la desaceleración del empleo, ni de la caída espectacular de la inversión en bienes de equipo. Pero el líder de la oposición tampoco mencionó nada de esto. Una declaración general de que 'hay síntomas de fatiga económica' fue la única referencia al cambio que está sufriendo la economía en este momento. Zapatero construyó su discurso en una línea de izquierda tradicional: criticó el abandono de los servicios públicos, habló de la necesidad de ayudar a la familia, aumentar el gasto en la educación, etc. En las políticas propiamente económicas se centró en criticar el retraso que lleva España en el desarrollo tecnológico y la sociedad del conocimiento. Las distintas réplicas y contra-réplicas no animaron el escaso debate económico. El presidente Aznar no contestó al problema de desigualdad social planteado por el líder de la oposición, sino que repitió las buenas cifras de empleo del pasado. La única réplica a las propuestas de la oposición fue la de subrayar que podrían significar un mayor gasto público.

El debate económico entre los dos líderes fue el que corresponde al momento actual. El gobernante sabe mejor que nadie que España ha ido bien, pero que las cosas empiezan a ir mal. Al presidente no le quedaba más remedio que hacer una exposición poco triunfalista, contentándose simplemente con ocultar los problemas que han empezado a aparecer. El líder de la oposición tampoco se equivocó al no meter el dedo en la llaga porque todos esos problemas están solo empezando y solo son obvios para los expertos. Nadie habría entendido que el líder de la oposición se metiera a analista de coyuntura. Seguramente ambos políticos acertaron al hablar poco de economía: uno, porque las cosas ya no van tan bien como antes; el otro, porque la gente no lo sabe todavía.

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