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Columna
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¡De España vengooo!

Vicente Molina Foix

Actualmente no resulta más difícil ser español que belga, por poner un caso. España duele menos que hace 100 años y que hace 30. Y luego están los países del Sur americano o de África, deseándonos en su sueño de pobres como a la odalisca de un harén de ricos donde nuestras carnes sostienen bastante bien el tipo (de interés). ¿Estaremos ya liberados de la diferencia castiza que tanto irritaba a los grandes pesimistas de la generación del 98? Un español cultivado es muy parecido a un europeo culto, decía Unamuno, 'pero hay una enorme diferencia de cualquier cuerpo social español a otro extranjero'. ¿Es así hoy?

Pocos años después de que el filósofo bilbaíno acusara a la sociedad española de tarda y rasa, se estrenó en el Apolo de Madrid la opereta El niño judío, ahora representada en la Zarzuela (el teatro, no el palacio) en un eficacísimo montaje dirigido por Jesús Castejón. La obra del maestro Luna es una patochada orientalista y deliciosa, y tiene una canción que todo el público presente en la función que yo vi se moría de ganas de tararear. Mi acompañante, que no ha cumplido los 30, también se la sabía y, no estando en los cánones de lo aceptable cantarla a la vez que la tiple, me dio un codazo en el momento cumbre: 'De España vengo, de España soy, / y mi cara serrana lo va diciendo / que he nacido en España, por donde voy'. Hay que saber, aparte de la letra, dónde se dicen las orgullosas afirmaciones de españolidad de esa copla: en una plaza de la ciudad india de Baroda, y delante del rajá allí reinante, supuestamente el padre del madrileño niño judío que se pasa la obra en busca del arca perdida.

Judíos, moros, cristianos. Mientras los noventayochistas más hondos se dolían del desastre español, la música ligera marcaba el pasodoble entre los infieles. En el montaje de hoy, el director nos guiña el ojo correcto. Cuando los Indiana Jones madrileños le dicen al rajá, esgrimiendo una guitarra, que la chulapa Concha va a amenizarle con una canción 'que la canta en una pagoda y la aplauden las esfinges', la escenificación se exagera irónicamente como una españolada de reja y tronío. No me pareció, sin embargo, que todo el público estuviera dispuesto a compartir la burla del pomposo patriotismo. ¿Eran lágrimas lo que brillaba en el rostro del señor sentado a mi derecha?

La emoción es una jugadora de ventaja. A mi fuero interno le repugna ese 'proteccionismo casticista' que Unamuno achacaba a la marca todavía vigente de la Inquisición. La 'cabeza calva y seca la vieja encina podada' que, a principios del siglo recién pasado, asustaba a los regeneracionistas, porque impedía la pluralidad de ideas de los países modernizados por la Reforma, hoy sigue metiendo miedo. España es mucha España, demasiada quizá, y algunos que están en el poder la quieren inflar más. A nuestro cuerpo social aún le sobran bastantes kilos de rancio y paleto sebo en su serrana carne pregonera.

Pero mi pobre corazón, que es traicionero, se puso a latir más de la cuenta en el solo de clarinete del preludio de El niño judío, una versión instrumental de la citada canción De España vengo. La tocó muy bien la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con una limpieza de ejecución que no tiene el disco de Argenta, y yo me dije, dejándome llevar por el viento de las bandas de música levantinas, en cuyo repertorio nunca falta la melodía del maestro Luna: 'Esto sí que es español'. No me dio vergüenza.

El niño judío, escrita para aprovechar el gran éxito exótico de La corte de Faraón, tiene influjos vieneses y parisienses, ecos de Lehár y de Debussy, brillantemente mezclados por Luna con gotas orientales y autóctonas. Por muy chulapo que sea el mensaje de la famosa copla, en esa opereta azarzuelada conviven el más retórico pronunciamiento castizo con las huellas moriscas y judaicas de nuestra historia. Se trata de aceptar -para que Unamuno descanse tranquilo en su tumba- que lo más propio de nuestra alma es sufrir por unas plúmbeas esencias que aún arrastran el peor pasado y aliviarse con los chisporroteos geniales de un arte que no puede ser otra cosa sino español.

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