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Reportaje:

Los deberes de las vacaciones

Los expertos recomiendan que los niños no pierdan el hábito de trabajo adquirido durante el curso

Carmen Morán Breña

Los niños son máquinas de aprender, lo hacen en todo momento, absorben conocimientos como esponjas, aseguran los expertos. Da igual que estén en la playa o en el colegio. En realidad, ésa es sólo una diferencia entre las vacaciones y el curso escolar: el espacio donde aprenden. Y así como a la escuela se le puede sacar todo el jugo, también es posible hacer las vacaciones más provechosas sin que se note. Sólo hay que cambiar la forma de aprender. Romper los rígidos horarios y la rutina invernal y organizar un calendario libre y flexible para seguir aprendiendo de una forma placentera.

La profesora de Psicología de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona Clara Mir lanza a los niños un sencillo reto: que sean ellos mismos los que gestionen su tiempo libre. Y aconseja a los padres que no tengan miedo a transgredir la libertad de que gozan los chavales en vacaciones 'porque el verano es un maravilloso momento para seguir aprendiendo de otra forma'.

¿Cómo? Desde un punto de vista más académico, es importante, dice Mir, respetar la decisión de los maestros si sugieren que el chico debe afianzar en verano los conocimientos adquiridos durante el curso. Cuando hay que repasar aquellas materias en las que se flojea, el niño deberá organizarse y contar con la ayuda de familiares, de sus hermanos, por ejemplo. Y siempre estudiar de tal forma 'que no se sienta de nuevo la sensación de fracaso que hayan podido tener durante el curso', ni de imposición o castigo.

El catedrático de Teoría de la Educación de la Universidad de Málaga, José Manuel Esteve, también opina que a los alumnos 'hay que inculcarles un cierto sentido del esfuerzo' y, si las circunstancias durante el curso les obligan a repasar en verano, sugiere: organizarse bien, elegir un mismo sitio y una misma hora para que el niño se acostumbre a esa nueva rutina y el tiempo dedicado al estudio sea más provechoso y contar con la ayuda de los padres para estas tareas siempre que sea posible, porque de esta forma estarán inculcando a sus hijos, al tiempo que aprenden, un preciado conocimiento: los valores.

Valores, comportamientos, actitudes. Estos conceptos dan la clave de la segunda opción de aprendizaje veraniego: la dirigida a los alumnos que han ido bien en el curso. En estos casos, los expertos aconsejan el descanso, por supuesto, pero ¿en qué consiste ese descanso? No, desde luego, en convertir las vacaciones en un verano comatoso. 'Las actividades intelectuales, artísticas, no son sólo patrimonio de la escuela. Se pueden hacer viajes, visitar museos y hacer que todo eso derive en enseñanzas agradables', recomienda Clara Mir. Y lo que es más importante: que el niño se sumerja en el entorno social, histórico, geográfico que le rodea durante las vacaciones. 'Si van a un pueblo, conocer a sus gentes, interesarse por cómo y de qué viven'. Esta fuente de conocimientos es, para Mir, tan importante como la académica.

Ana Leonor Teberosqui, directora del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona, ofrece otra recomendación: 'Los padres deben tratar de convertir la actividad intelectual en parte de la vida cotidiana, no dedicarse en exclusiva a contenidos concretos', sino enseñar a los chicos a que extraigan de la vida cotidiana todas las enseñanzas posibles.

Las vacaciones pueden ser bien distintas en cada casa. En algunos hogares, padres e hijos deberán hacer compatible el periodo de descanso de ambos, compartiendo las tareas domésticas. Cuando los padres trabajan en verano, Clara Mir opina que los niños deben también colaborar en ese quehacer. 'Los niños no deben abandonar durante el verano los hábitos fundamentales y pueden cooperar con las responsabilidades familiares'. Gozar de tiempo libre, sí, pero 'organizar esa libertad para que todos se hagan la vida más agradable', explica Mir.

Los expertos consultados coinciden en que tan importante como el descanso es no perder el hábito de trabajo y la responsabilidad del esfuerzo adquirida durante el curso. Gonzalo Cabello es psicólogo y orientador escolar en el colegio Calasancio de Madrid. A su juicio, los padres pueden colaborar en las tareas educativas de los niños, pero 'son los profesores los que deberían preparar los ejercicios adecuados que luego realizarán los niños en verano, de tal forma que al comenzar de nuevo el curso los maestros sepan qué ha hecho el alumno en vacaciones, qué nivel tiene y en qué áreas se debe incidir'.

Cabello recomienda también los materiales educativos que se editan para las vacaciones, con contenidos de repaso y formalmente más lúdicos y flexibles. Y lectura, mucha lectura. En eso coinciden todos. 'La lectura no es un trabajo escolar, es un trabajo de la vida, es aprendizaje', y, por tanto, también ideal para el verano, dice la profesora Teberosqui. 'Pero la lectura no tiene por qué ser un acto solitario, puede ser comentada, como cuando se ve una película', añade. Socializar a través de la lectura. 'Los adultos deben ayudarles a comprender el texto, debatir con ellos, escribir sobre lo que se ha leído', afirma Teberosqui.

Sobre las horas que hay que dedicar a estas tareas, tanto a la lectura como a los contenidos académicos, no hay más receta que el sentido común: 'Los niños también se saturan si juegan 12 horas al fútbol', señala el catedrático José Manuel Esteve.

Al calor de los libros y de Internet

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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