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Globalización y nuevos relatos políticos

Joan Subirats

Barcelona está viviendo un Sant Joan inusual. Las tradiciones locales se han visto alteradas por la presencia de nuevos relatos políticos que pugnan por estructurar una respuesta al sistema que algunos imaginaban hace unos años como impugnable y definitivo. La verbena antiglobalización de ayer o la manifestación de hoy son la expresión veraniega y luminosa de que muchas movilizaciones esporádicas, muchas campañas específicas, muchos grupos y personas descontentas con el macmundo que nos ofrecen pueden llegar a transformarse en un relato político alternativo. De momento hay mucho más de resistencia que de proposición coherente, pero ello no tiene por qué ser visto como una debilidad. Es cierto que las críticas son muy concretas y se dirigen a instituciones, Estados y personas que tienen sedes, banderas y rostros, y que las alternativas que se presentan no siempre logran ir más allá de los grandes principios o de los inatacables valores universales como la igualdad, la paz, la solidaridad o la justicia. Pero haríamos mal en minusvalorar las señales que se lanzan, o en contemplarlas con la condescendencia de quienes también fueron jóvenes e inconformistas. El ruido con el que se acompañan no es circunstancial. Desde mi punto de vista, la globalización de las resistencias y la solidaridad entre gentes y pueblos es ya un hecho. Un nuevo relato está en marcha. Su plasmación política es aún incierta, pero es difícil imaginar que se cometan los mismos errores de rigidez y estructuración partidista con que otras veces se liquidaron, políticamente, momentos de cambio cultural y social tan significativos como el de la década de 1960.

La globalización de las resistencias y la solidaridad entre gentes y pueblos es ya un hecho. Un nuevo relato está en marcha

Las resistencias están claras. El grito es persistente y bien fundamentado. No hay límite para los negocios. En nombre de la eficiencia económica se despiden personas y simultáneamente se consiguen grandes dividendos en las bolsas. Se explotan hasta la extenuación los recursos naturales, se incumplen los tratados internacionales, pero cuando conviene se entorpece el desarrollo de los más débiles acusándolos de menospreciar la sostenibilidad del planeta. Se investiga incansablemente, pero siempre con la vista puesta en la explotación comercial de los resultados de ese esfuerzo, sin compasión alguna para quienes mueren desasistidos por no poder pagar los royalties. Todas las cautelas y precauciones son pocas para el tránsito de personas, pero se acusa de retrógrados a quienes en nombre del 'principio de precaución' se resisten a que se comercialicen nuevos inventos alimentarios sobre los que no existen suficientes datos. Y así podríamos seguir y seguir. ¿Qué hay de nuevo en todo ello? ¿No ha sido siempre así? Probablemente sí, pero nunca en la proporción, la intensidad y la aceleración de los últimos tiempos. Ahora está más claro que nunca que el medio, el dinero, se ha convertido en un fin en sí mismo, y que el objetivo, las personas, son ahora simplemente un medio. La sinrazón aumenta, todo se calcula según el beneficio que genera o puede generar. Nada es verdad o mentira, todo es rentable o no rentable. Se globaliza la economía, pero no el bienestar o la democracia. Una nueva economía (que de nueva tiene poco) campa a sus anchas, sin que surja en lugar alguno una nueva política.

El mundo, nuestras vidas, está lleno de actividad, de labores que son socialmente productivas y que no tienen espacio en los instrumentos contables tradicionales. Han existido siempre, y siguen existiendo, redes locales de intercambio, sistemas comunitarios en los que se comparten saberes y recursos. Van surgiendo aquí y allá sistemas financieros alternativos y solidarios. Son gotas o pequeños cauces en el mar financiero de la Bolsa 24 horas. Frente a la lógica hegemónica de la racionalidad individual, que reduce todo lo social a un simple sumatorio de individuos, se abren perspectivas de economía plural. El movimiento de resistencia a la globalización nos plantea el interrogante de hasta dónde queremos llegar. Nos recuerda que ya no es cierto que crecer más y más sea siempre positivo. Reivindica el viejo postulado democrático que invita a rechazar todo aquello que se presenta como incuestionable e irrefutable, y pide recuperar el sentido de proyecto de toda acción política. Pide someter a una nueva racionalidad política esa ley suprema que afirma que nada es posible contra la libertad comercial y financiera, y que en cambio todo es posible en el comercio y en el sistema financiero global. Nos invita a alzar nuestra voz ante el escándalo moral de la desnutrición, el analfabetismo o la sobreexplotación infantil.

Los gobiernos, los parlamentos, los partidos políticos, han actuado y actúan de manera dispersa y sin despegar de sus ataduras territoriales y competenciales. Las nuevas tecnologías han ayudado a financieros y empresarios globales a superar sin problemas fronteras, legislaciones y todo tipo de límites sociales o fiscales en sus aventuras económicas. Sólo el movimiento de resistencia a la globalización les ha seguido en su capacidad de aprovechar el nuevo escenario tecnológico de información y comunicación. No hay aún relatos políticos que, desde los parámetros tradicionales, puedan considerarse solventes. Las dudas son legítimas. Lo que no es legítimo es tratar de confundir a la opinión pública mezclando a quienes actúan de forma violenta, sin narración política alguna, con una ausencia total de propuestas o debate de alternativas, con un movimiento que, paso a paso, contradicción a contradicción, nos está diciendo que algo no va bien, y que es preciso cambiar. Por muchos escaparates que se rompan, no se 'acorralará al capitalismo'. Desde el enfrentamiento directo y sin discurso no se ampliarán las bases sociales de la resistencia. Espero sinceramente que la construcción de la globalidad alternativa, de esos nuevos relatos políticos, siga su curso. Ganando credibilidad. Verbena a verbena, debate a debate, campaña a campaña.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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