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Entrevista:GILLES KEPEL | EXPERTO EN ISLAMISMO

'Arafat no ha asumido las consecuencias de la nueva Intifada'

Juan Carlos Sanz

Uno de los principales investigadores del islamismo, el profesor francés de Ciencia Política Gilles Kepel, de 46 años, advirtió hace una década del desbordamiento de una marea política desde Kabul hasta Argel. Ahora revisa su discurso en La yihad. Expansión y declive del islamismo (Península) para constatar el aparente suicidio del integrismo.

Al presentar su libro en Madrid, su reflexión recorría ayer todos los rincones del mundo islámico. Pero su último trabajo de campo le llevó hace apenas tres semanas a Oriente Próximo, donde se entrevistó con Yasir Arafat y los líderes del movimiento radical Hamás en Gaza.

'Hoy podemos decir que los acuerdos de Oslo sirvieron para contener a los islamistas palestinos. La policía autonóma fue armada por Occidente para evitar que Hamás siguiera siendo una organización tan poderosa. Ahora ha sabido sacar provecho de la debilidad política de Arafat, que lanzó la segunda Intifada en otoño de 2000 para presionar a los israelíes y no ha sido capaz de asumir sus consecuencias', argumenta Kepel, para quien Arafat está en un callejón sin salida, porque 'el Estado palestino no es democrático, está corrompido y no es viable en medio del despliegue militar y la colonización de Israel'.

'Jatamí es el hombre de las reformas y el último guardián de la República Islámica'
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Su análisis del conflicto apunta a que la población palestina estaba ya a punto de volverse contra Arafat, acusado de hacer demasiadas concesiones a Israel a cambio de nada tangible, cuando lanzó una nueva Intifada 'para recobrar el control sobre su población'.

En su último libro, Kepel sigue preguntándose qué ha pasado en los noventa para que se haya desvanecido la 'revancha de Dios' con la que amenazaba el integrismo. 'Mucha gente creía en 1989 que el islamismo se había convertido en un agente autónomo en el sistema internacional. Retrospectivamente, ese apogeo de movimiento integrista fue en realidad el comienzo de su declive, aunque nadie lo pensaba entonces', reconoce el investigador francés. 'Era el momento de la derrota del Ejército ruso en Afganistán, pero también de la fatwa que condenó a muerte a Salman Rushdie. Al final, quien ganó en 1989 fue Arabia Saudí al lograr la hegemonía sobre el mundo islámico'.

La amenaza del movimiento integrista, sostiene Kepel, es extremadamente ambigua. 'Es un movimiento que sólo es fuerte cuando logra reunir a dos grupos sociales muy diferentes: la masa de jóvenes pobres de las ciudades y la burguesía piadosa del bazar. Tienen unos intereses muy diferentes que se encuentran en un discurso moral y religioso, pero con muy poco contenido social. Al final, la burguesía utiliza la fuerza de la juventud urbana para hacerse con el poder, y después controla el fenómeno'. Como ejemplo para su tesis, opina que el ayatolá Jomeini consiguió en Irán esa unión de intereses, si bien el Frente Islámico de Salvación (FIS) no lo logró en Argelia, donde el radicalismo de los jóvenes, encabezados por el incendiario imam Alí Benhadj, rompió en añicos la alianza con las clases medias moderadas, dirigidas por el jeque Abassi Madani.

Kepel cree que en Argelia ya se ha llegado a una situación posislamista, con un sociedad civil que empieza a expresarse abiertamente en la calle contra el Estado. En Irán, mientras tanto, millones de jóvenes que sólo han conocido la República Islámica acaban de votar masivamente por el presidente Mohamed Jatamí. 'Para ellos representa la única oposición posible. Pero Jatamí también forma parte de la estructura de poder religiosa', advierte, 'y es la máxima apertura que el sistema puede ofrecer para impedir su completa destrucción. Jatamí es el hombre de las reformas que permiten la supervivencia del sistema y, al mismo tiempo, el último guardián de la República Islámica'.

Aunque ahora se muestre partidario de describir al integrismo más como un tigre de papel que como una amenaza para Occidente, Kepel no vacila en reservar al islamismo un espacio político. Como en Marruecos: 'Si algún día se celebran elecciones legislativas libres, aún no está claro si los islamistas van a poder permanecer unidos. El partido del jeque Abdesalam Yassin [Justicia y Espiritualidad] es el único que no reconoce la legitimidad religiosa de la monarquía. Por eso sus componentes burgueses pueden buscar en el Istiqlal un islamismo nacionalista sin ruptura'.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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