Pérez-Reverte explora la vigencia del mundo de Alatriste en la España actual

Podría contarse, tal vez, como un encuentro de espadachines que se han reunido para irle quitando, golpe a golpe, todas las máscaras a la vieja España del Siglo de Oro. Ocurre que parece que no hay tanta distancia entre lo que ocurría en el siglo XVII y la España de ahora, y por eso los espadachines apuntaron también al presente. Fue un encuentro distendido, una conversación de tres amigos -una batalla de espadas-, y allí estuvieron Arturo Pérez-Reverte, Rafael de Cózar y Juan Eslava Galán para hablar del capitán Alatriste y de su época.
'Lo que estoy contando en la serie de Alatriste es por qué somos ahora como somos', dijo Pérez-Reverte. Acaban de aparecer en una colección escolar los dos primeros títulos de la serie, El capitán Alatriste (1996) y Limpieza de sangre (1997), y los otros dos, El sol de Breda (1998) y El oro del rey (2000), se editarán en otoño. No era, pues, mal momento para que en la Casa de Vacas del Retiro madrileño se profundizara en unas novelas que, aunque editorialmente destinadas al público juvenil, han terminado por convertirse en lecturas de adultos por su mirada crítica y reveladora de la historia de este país, tal como se comentó ayer. De Cózar insistió en la complejidad del protagonista, por ejemplo, y Eslava Galán reveló cómo en esos libros hablan mucho más los silencios que las palabras.
Pérez-Reverte recordó que 'fue una época en la que era muy fácil morir, y eso la gente lo tenía asumido'. Es en ese tiempo en el que vive Alatriste, 'un español que ha sido despojado de todo en lo que ha creído y al que sólo le han quedado cuatro amigos y una espada'. De ese hombre se ha valido Pérez-Reverte, 'de esa mirada de un español', para recuperar la memoria y comprender que 'somos los que somos porque fuimos los que fuimos', tal como dijo ayer.
Trataron de España, se rieron, convocaron aquella época en la que podías encontrar a Quevedo, Lope o Góngora por la calle, y en la que también podían vaciarte en esa misma calle una escupidera sobre la cabeza.
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