Ninguna mirada ajena
Era el año de 1949 cuando Doris Lessing, desde el barco, le mostró a su hijo Peter el puerto de Londres. Tenía la autora 30 años, unas cuantas libras y algunos libros, y también el manuscrito de Canta la hierba, que algún editor consideraba 'subversivo'. Lessing dejaba atrás Rodesia del Sur y dos matrimonios y otros dos hijos y comenzaba a recuperar 'una manera infantil de ver y percibir las cosas'. A ella volvía la niña nacida en Persia en 1919 llamada entonces Doris May Tayler, que luego por boda sería Doris Wisdom y más tarde Doris Lessing, nombre que ya conservará para siempre, como esa costumbre de visitar su memoria y recobrarla y contemplar cómo el tiempo y los sueños van modelando el recuerdo.
Lessing no ha querido que ninguna mirada le fuera ajena, así que observó y escribió con esmero y cuidado. Y fue primero Canta la hierba (1950), cuyo escenario era África; y vino luego la pentalogía Hijos de la violencia, que abarca desde 1952 hasta 1969 y que se inicia con Marta Quest y finaliza con La ciudad de las cuatro puertas (1969). Y estuvo El cuaderno dorado (1962), un texto que se convirtió en años de escasez en un emblema para tantas mujeres del feminismo, y en la que la protagonista Anna Wulf llevaba hasta cuatro diarios para sus diversos asuntos.
Hemos ido leyendo a Lessing y quedándonos prendados de ella, de su escritura y de sus maneras, de la elegancia con la que ha sabido apartar la hojarasca, provocar un tumulto de ideas y mostrárnoslo con diversas miradas. Otra vez: como si no quisiera que nada le fuera ajeno. Ni las relaciones de poder, ni la política, ni la pasión, ni el deseo, ni la vejez, ni el explorar cómo se pueden ver otros mundos, pues ella ha abundado en secuencias sobre el futuro con su serie de ciencia-ficción Canopus en Argos: Archivos, que contiene Shikasta (1979) o también Los experimentos sirianos (1980), y está la pulsión política en La buena terrorista (1985) o ese desafío al mundo literario publicando con seudónimo Diario de una buena vecina (1983) y Si la vejez pudiera (1984), con los que demostraba que a veces el prestigio no es más que oropel acumulado sobre un nombre. Y así, y tras otros libros, hasta llegar a Dentro de mí (1994), y su continuación en Un paseo por la sombra (1997), que se inicia en la llegada de ese barco a puerto.
Lessing obtuvo en 1999 el Premi Catalunya en su undécima edición, tanto por la calidad de su obra literaria como por su compromiso político y social. No podía ser de otra manera. La fortaleza de su escritura se expande y se divulga, tal vez como ella había previsto, con el fin de que siempre nos llegue el canto de la hierba. Hablo de África: 'Un continente que no se debe visitar a no ser que se elija vivir después para siempre exilado de un inexplicable y majestuoso silencio que se sitúa exactamente en el límite de la memoria o del pensamiento'.
Babelia
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