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Rumbo a la sanidad privada

La propuesta laborista de animar la inversión privada en los servicios públicos disgusta a los sindicatos y al votante

Isabel Ferrer

Después de haber acertado al defender durante la campaña electoral la reforma 'definitiva' de la sanidad y la educación pública, el Partido Laborista británico ha tropezado con sindicatos y ciudadanos por culpa de la fórmula propuesta para lograrlo: animar la inversión privada.

Sobre el papel, la idea del equipo de Tony Blair parece razonable. Ambos servicios seguirán a cargo del Estado, que sólo recurrirá a fondos privados para subvencionar ciertos tratamientos caros o escuelas especializadas. En la práctica, ningún cargo laborista ha explicado bien estas semanas los límites del lucro privado en unos sectores que los ciudadanos siguen considerando responsabilidad pública y, por tanto, gratuita para todos.

Blair ha forzado a sus ministros a jugar con la semántica para que sus planes no parecieran conservadores
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Lo más que ha conseguido Blair es forzar a sus ministros de Sanidad, Alan Milburn, y Educación, David Blunkett, a jugar con la semántica para que los planes laboristas no parecieran demasiado conservadores. Así, ambos han hecho equilibrios para diferenciar entre 'los servicios que el Gobierno debe financiar y los que está obligado a brindar'.

Para no tropezar en un terreno minado, puesto que las millonarias inyecciones financieras recibidas por la sanidad pública y las escuelas durante el primer mandato laborista no han logrado regenerarlas, esta vez las promesas electorales han eliminado la barrera ideológica del pasado. Ya no hace falta rechazar la ayuda privada, porque ésta, ha dicho Milburn, irá a parar a la gerencia de los hospitales. Médicos, enfermeras y el resto del personal clínico seguirán dependiendo de las fundaciones sanitarias estatales.

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En el terreno educativo, los inversores particulares aprobados por el Gobierno y las autoridades locales proporcionarían las instalaciones, el equipamiento y pagarían a los maestros. El control que ejercieran luego sobre el programa de estudios, asunto muy delicado puesto que habrá grupos religiosos y de padres entre los donantes, está aún por decidir. Ambas propuestas, explicadas de forma algo confusa por los candidatos laboristas, han chocado de momento con los sindicatos, que no desean añadir trabas burocráticas o imposiciones privadas imposibles de rebatir ante el Gobierno a sus tareas. En plena campaña, y con Tony Blair visitando sin parar centros docentes, David Hart, secretario general de la Asociación Nacional de Directores de Escuela, calificó el estado de la educación patria de 'tercermundista' con docentes contratados hasta por 200 libras diarias -unas 54.000 pesetas- y buscados por todo el mundo para paliar la escasez endémica de maestros titulares. 'Una situación absurda para uno de los siete países más industrializados del mundo', según Hart.

Otra cosa es el continuo baile de cifras protagonizado por las listas de espera para ser visitado o bien operado por un especialista, que, según los laboristas, se han reducido desde 1997, pero a nadie le casan ni nadie consigue ordenar. Sólo el número de camas hospitalarias disponibles parece estar claro, y no es muy reconfortante. Según el rotativo The Guardian, en el periodo comprendido entre 1996 y 1997 había en Inglaterra 198.848 camas libres. En el periodo 1999-2000, con los laboristas en el poder, se han reducido a 186.290.

Estos datos tampoco se explican bien y han pasado casi inadvertidos ante una revuelta inesperada: la de los médicos de cabecera abanderados por la mismísima Asociación Médica Británica.

Para bochorno de Blair, los 36.000 médicos más próximos al paciente medio están dispuestos a abandonar el sector público si no son reclutados más colegas, unos 10.330 según sus cálculos, y ven reducidas sus tareas burocráticas.

La gran suerte de los laboristas en esta campaña ha sido que los conservadores erraran el tiro y centraran su lucha en la defensa del euro. Porque a pesar de lo mal que lo ha pasado el líder laborista en sus comparecencias públicas cuando ciudadanos anónimos le acosaban con preguntas sobre la reforma sanitaria y educativa, no ha habido un auténtico debate sobre el futuro de ambos sectores entre los distintos partidos.

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