La granja británica no está con Blair
Los ganaderos han perdido la fe en los políticos tras la crisis de las 'vacas locas' y la fiebre aftosa
'Las áreas rurales no interesan a los laboristas, y las elecciones son, por tanto, irrelevantes. Los políticos son una banda de inútiles. No pienso votar'. La frustración de David Hill, responsable sindical de los granjeros de Devon, una de las regiones británicas más castigadas por la epizootia de fiebre aftosa, no es un caso aislado. La letanía de males que sufre el campo en la última década ha hecho perder la confianza de granjeros y de sus vecinos en el ramo turístico en la clase política. Ambas comunidades se sienten al margen del proceso electoral, y la abstención en esta provincia del oeste inglés podría crecer unos siete puntos, hasta un mínimo histórico del 65%.
'No tengo fe en ningún partido. Pensaba que los conservadores comprendían mejor nuestros problemas, pero la crisis de las vacas locas demostró lo contrario', dice Joyce Dicker, de la granja Moor. 'Las elecciones no deberían celebrarse ahora. Sólo se preocupan por ellos mismos', puntualiza Jim Wheadon, que salvó sus aproximadamente 3.000 animales sanos demandando una de las medidas de choque que, rememora malhumorado, 'Tony Blair anunció el mismo día que convocó los comicios'. 'Cundió el pánico y el Ejecutivo enloqueció exigiendo el sacrificio de ganado sano. Querían transmitir una imagen de normalidad con vistas a las elecciones, cuando en Devon la vida todavía no es normal, sino crítica', admite Hill.
Los mercados y ferias rurales siguen desiertos y las pistas y caminos campestres cerrados a los turistas. 'Blair descuida el campo porque no le aporta ningún voto. Los tories están más sensibilizados porque entre sus afiliados hay granjeros y terratenientes. Pero en los últimos meses he perdido la fe en la política', señala David Southwell, propietario del hotel Prince Hall, en el corazón del parque nacional de Dartmoor, cerrado al público desde febrero pasado.
Con 59 escaños rurales, muchos obtenidos en la barrida de 1997, la renovación del mandato de Blair o incluso de su mayoría absoluta no depende del electorado de las 7.700 granjas que han perdido más de tres millones de vacas, cerdos y ovejas con la crisis.
'La población agrícola representa el 2% en Devon. Pero la fiebre aftosa puede costarnos votos, porque cunde la impresión de que el Ministerio de Agricultura gestionó con torpeza la crisis. No fue su culpa, pero la imagen que proyectamos no es muy buena', admite David Brenton, candidato laborista. Brenton parte con mínimas posibilidades de victoria y centra su campaña en los núcleos urbanos. Por tradición, Devon se reparte entre conservadores y liberales demócratas, cuyos candidatos azuzan el malestar de los granjeros propagando rumores sobre la extensión real de la crisis. 'El cinismo del Gobierno en relación con la fiebre aftosa es infame. Restaron importancia al problema para no dar sensación de crisis nacional, ya que, para Blair, la prioridad son las elecciones. La fiebre aún no está bajo control; es un engaño de los laboristas y debemos prepararnos para un masivo rebrote tras los comicios', alega Geoffrey Cox, candidato tory. 'Debe iniciarse con urgencia una investigación independiente', demanda el diputado de la zona, el liberal-demócrata John Burnett.
Ayer, en visita electoral al condado de Gloucester, el líder conservador, William Hague, se hizo eco de las alusiones y exigió 'transparencia' en las estadísticas de la crisis. En la actitud del Gobierno ante la epidemia, los granjeros de Devon denuncian una agenda encubierta para, en primer término, dividir a la comunidad con distintos baremos de indemnizaciones y, a largo plazo, erradicar la industria. 'Su objetivo es transformar la agricultura y en la fiebre aftosa han encontrado la excusa perfecta. Sería lamentable que el campo se convierta en un parque temático y de ocio', denuncia el hotelero. La crisis puede ayudar a los conservadores a recuperar parte de los escaños rurales que perdieron hace cuatro años entre unos granjeros que no quieren el euro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.