'Las palabras cada vez están más vacías'
A partir de hoy, y hasta el viernes, Affonso Romano (Belo Horizonte, 1937) imparte el taller La poesía posible en la Casa de América de Madrid. Podría ser una breve nota de agenda si no fuera porque ese nombre pertenece a uno de los más grandes poetas brasileños, y porque el título de su taller es el mismo que lleva la gran antología que recoge sus seis libros principales, un tomo de 800 páginas no traducido al español.
En el siglo pasado, Romano fue un periodista muy influyente durante los años de la última dictadura brasileña. Escribió páginas enteras en verso, como el célebre poema ¿Qué país es éste?, que ocupó 17 folios del Jornal do Brasil. Luego ejerció por libre de hiperactivo presidente de la Biblioteca Nacional de Río: construyó 300 bibliotecas públicas y creó una red de bibliotrenes, bibliobarcos y bibliobuses.
'Guimarães Rosa dio la clave: 'Tuve un día la fórmula de la verdadera poesía. La tiré y volví a empezar'
Además, es ensayista, crítico literario (especializado en Drummond de Andrade: Wilson Martins lo considera su sucesor), pensador y viajante, autor de poemas sobre fútbol...
Hoy sigue siendo todo eso, es decir, un agitador cultural, un poeta democrático y accesible, tan político como estético, que reivindica el cruce, la mezcla y el regreso a la tradición para encontrar una voz personal. 'Hay que olvidar para acordarse', afirma, resumiendo, con Barthes, la necesidad de revisar el arte moderno y la cultura occidental.
Aquí lo conocemos muy poco: es mestizo, cuadrado, alto, tranquilo y seductor, y define su poesía, sin pudor, como si fuera de otro: 'Desciende de la tradición de la familia Drummond de Andrade, T. S. Eliot, Whitman, Lorca, Neruda, un poco Maiakovsky, más Baudelaire que Mallarmé, Ril-ke, Camoens y un toquecito de Píndaro y François Villon'.Pregunta. ¿Escribe mucho o poco? ¿Es un poeta a secas o más bien trabaja de poeta?
Respuesta. Escribo sólo lo necesario. Mi primer libro, que publiqué a los 22 años, se titulaba precisamente El desempleo del poeta. Hablaba de la necesidad de encontrar un lugar para la poesía en este mundo capitalista y consumista, una situación muy incómoda si la comparamos con la Edad Media o el Renacimiento. Desde entonces, toda mi actividad y esfuerzo se centraron en encontrar el empleo del poeta. Lo conseguí publicando en los periódicos. De repente, un millón de personas los leía en la playa, la gente los colgaba en los bares, los clubes, los árboles. Y esa poesía hablaba de hechos cotidianos.
P. Una labor política...
R. Siempre he pensado que los principales problemas de los poetas modernos son el uso de un lenguaje muy poco transparente y el desdén por la vida concreta de los ciudadanos, esa subjetividad, esas palabras cargadas de oscuridad... Cuando la Televisión Globo me ofreció hacer un poema diario de un minuto y 15 segundos al final del noticiero de las ocho, acepté. Era un trabajo muy profesional, bien pagado, 1.000 dólares/poema. ¡Liquidación de poesía! ¡Saldos!
P. ¿Poesía de autoayuda, entonces, tipo Paulo Coelho...?
R. Lo acepto como provocación, pero nada que ver. Eran más bien como las odas de Píndaro a los héroes de las olimpiadas, que se grababan en placas y se colocaban en el Templo de Apolo. La televisión es el templo de Apolo de hoy. La primera que hice fue para Ayrton Senna antes de una carrera...
P. ¿Y eso era todo?
R. Bueno, en los setenta pasé seis años escribiendo un poema, A grande fala do Índio Guarani, la historia de un chamán que se retiraba al bosque a hablar con sus antepasados en una lengua que nadie entendía. Ese dialecto era poesía de orden mítico, una mezcla de leyenda latina, epopeya y diálogo entre las literaturas modernas.
P. ¿Poesía de pensamiento, acción, lenguaje y lucha de culturas?
P. Mi noción de la poesía es que debe tener un componente étnico y estético, que el poeta es una totalidad, un ser político que dialoga con la historia, la literatura y el arte. He intentado hacer eso en Barroco, un libro de ensayos que viajaba de Brasil a Italia, de Bach a Mozart, Villalobos y la música popular, pintura, gastronomía, urbanismo, moda, política...
P. ¿Y fútbol no?
R. El de Pelé, Tostao y Garrincha era barroco puro, porque la línea curva evitaba la pelea. Ahora el fútbol brasileño es neoclásico, decadente y aburrido.
P. Bueno, aquí es una de las pocas cosas que conocemos de Brasil, fútbol, música y Carnaval.
R. España debe descubrir todavía a Brasil, pero es un problema brasileño, culpa en gran parte de nuestra actitud provinciana, que se empeña en quedarse al margen de Latinoamérica y Europa. Cuando presidí la Biblioteca Nacional, traté de romper con esa política, fundando la revista Poesía Sempre para dar a conocer a los poetas de fuera, y para traducir los brasileños a otros idiomas. La idea era agrupar a Brasil con el resto del mundo, lo ibérico, Latinoamérica y las raíces de África. Duró seis años y fue increíble. Fuimos a la Feria de Francfort, hicimos el programa Proler para fomentar la lectura, juntamos 33.000 voluntarios para llevar libros a los hospitales, los cuarteles, la selva, las calles. Cuando me fui, murió el proyecto. Alemania, Israel y algunos países de Latinoamérica lo tomaron como modelo. Pero ahora pertenece al folclore brasileño.
P. Hoy parece que corren buenos tiempos para la poesía.
R. Sí, cada vez hay más festivales, más público, más poetas. Internet está lleno de poetas. Muchos tienen entre 3.000 y 5.000 visitas mensuales, cantidad espléndida, impensable si publicaran en papel.
P. ¿Será que el mundo se desmorona sobre nosotros?
R. Se da una paradoja interesante. Cada vez hay más información, más palabras, pero cada vez esas palabras están más vacías, y quizá por eso cada vez hay más gente que necesita expresarse, conocer el misterio del lenguaje, sacar a la prosa de la vulgaridad, redescubrir la originalidad de la palabra.
P. ¿Y cree que esos poetas nuevos son mejores que los de antes?
R. No se trata de que sean mejores, son necesarios. Sea en la música popular, en la publicidad o en la literatura más comprometida y sofisticada, la poesía es necesaria porque da la posibilidad de participar en el misterio, en el milagro poético. Y ese milagro puede estar en Senna, en un partido de fútbol o en un anuncio de televisión.
P. Lo cual lo convierte en algo normal y produce confusión.
R. Claro, por eso hace falta revisar todo el arte moderno, establecer cánones nuevos rápidamente, porque hoy todo es arte si una persona dice que lo es. La política ya ajustó cuentas con el marxismo; la psicología, con Freud. El arte debe hacerlo también con Picasso y las vanguardias. Pero nadie quiere hacerlo. Da miedo. Los genios son indiscutibles, pero también hicieron tonterías. Hay que conocer muy bien la historia del arte, releerla, olvidar lo que sabemos y reescribir con nuestra propia voz. Como dijo Borges, inventar metáforas nuevas es imposible. Hay que dialogar, reconstruir, beber en la tradición y tratar de emocionar desde ahí. La idea de lo nuevo está vieja. Guimarães Rosa dio la clave. 'Yo tuve un día la fórmula de la verdadera poesía', dijo. Y añadió: 'La tiré y volví a empezar'.
Babelia
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