_
_
_
_
Reportaje:

Muere a los 12 años la voz del sida en Suráfrica

Muere a los 12 años el chaval que simbolizó la lucha contra el sida infantil en la castigada Suráfrica

Nkosi Johnson murió ayer de madrugada en su casa de Johanesburgo. Tenía 12 años y pesaba menos de 10 kilos. Su corta vida apenas mereció tal nombre: nació con sida en un país, Suráfrica, donde ni la medicina ni la política han sabido levantar una barrera digna contra ese virus. La imagen de su exiguo cuerpo vestido de domingo dio la vuelta al mundo el 9 de julio de 2000, subido al estrado de la 13ª Conferencia Internacional sobre el Sida, que se celebraba en la ciudad surafricana de Durban, para pedir campañas preventivas, sexo protegido, fármacos antivirales. Para pedir clemencia.

Este año nacerán en Suráfrica 70.000 niños como Nkosi Johnson. 70.000 niños con el mismo virus en su sangre, y con unas perspectivas aún peores.

Más información
La ONU advierte de que la epidemia del sida se encuentra en sus primeras fases de desarrollo
Un brindis con AZT
El Banco Mundial urge a 'despertar' sobre el 'problema de seguridad global' del sida en África
Los jueces de Suráfrica ordenan dar antivirales gratis a las embarazadas

La conferencia de Durban, en la que Nkosi saltó a la fama, estuvo marcada por las insensatas declaraciones del presidente surafricano, Thabo Mbeki, que puso en duda que el virus del sida fuera la causa de esta enfermedad y despreció la eficacia de los fármacos antirretrovirales para contenerla. Resulta patético recordar que el uso adecuado de uno de estos fármacos, el AZT, es capaz de evitar muchos casos de contagio de madre a hijo. Contagios como el que acaba de matar a Nkosi. En Durban, el niño mostró mucha más sensatez que su presidente.

Los prejuicios ignorantes que imperaban en Occidente a principios de los años ochenta siguen vigentes para gran parte de la sociedad surafricana. No es infrecuente, por ejemplo, la opinión de que el sida puede contagiarse sin más que tomar en brazos a un niño infectado. El estigma de apestados que deben soportar los seropositivos fue una de las causas que llevaron a la madre de Nkosi, Daphne, a abandonar al niño cuando tenía dos años.

La madre adoptiva de Nkosi, Gail Johnson, declaró ayer, tras la muerte del chaval: 'Estoy triste, pero es casi un alivio saber que mi niño ya no va a sufrir más', informa Reuters.

'Es una gran pena que este joven nos haya dejado', dijo ayer el anterior presidente surafricano, Nelson Mandela. 'Mostró de manera ejemplar cómo se debe sobrellevar un desastre de esta naturaleza. Era muy valiente, y tocó el corazón de mucha gente'. Nkosi ha permanecido en un estado de semicoma desde enero, cuando una de las infecciones secundarias asociadas al sida atacó su cerebro.

De los 40 millones de habitantes de Suráfrica, más de cuatro millones son seropositivos. La perspectiva es que esa cifra aumente hasta siete millones en la próxima década.

'En su corta vida, Nkosi luchó con fuerza por la eliminación del estigma y la discriminación que tanta gente sufre como consecuencia de esta enfermedad; Nkosi ha demostrado que la actitud de una sola persona puede ser muy importante', declaró el jefe del programa sobre el sida de la ONU, Peter Piot. No es retórica. En 1997, la admisión de Nkosi en la escuela primaria de Melville, su barrio de Johanesburgo, contra la oposición de un grupo de padres temerosos, dio lugar a la actual regulación educativa surafricana, que prohíbe la discriminación en la admisión de los niños seropositivos.

En 1991, los médicos le dieron a Nkosi nueve meses de vida. Cinco años después, los mismos médicos le otorgaron el honor de ser 'el niño nacido seropositivo que más años ha logrado sobrevivir en Suráfrica'. El año pasado, en la conferencia de Durban, Nkosi observó con tristeza cómo el presidente de su país, Thabo Mbeki, abandonaba la sala mientras él se dirigía a la audiencia. La foto de Nkosi seguirá en la memoria del mundo mucho después de que Mbeki se haya ido.

Nkosi Johnson murió acompañado de su madre adoptiva, Gail.
Nkosi Johnson murió acompañado de su madre adoptiva, Gail.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_