Enciso define la Europa del siglo XVIII como la época de la fe en la cultura, la educación y el diálogo
Es el trabajo de toda una vida. También es el resultado de la pasión por una criatura y un continente: el siglo XVIII y Europa. 'Cuanto más lo estudio, más me gusta', confesó ayer Luis Miguel Enciso, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense, que ha compilado en una obra, que mezcla el rigor con la vocación de llegar a todos los lectores, el tiempo de las luces en La Europa del siglo XVIII (Península). 'El siglo XVIII fue el de la fe en la cultura, la educación y el diálogo, por eso es una época que ahora se nos revela del mayor interés, porque son valores que se reivindican hoy más que nunca', afirmó el historiador en la Feria del Libro de Madrid, donde presentó su ensayo.
Enciso habló de la plena vigencia de ese tiempo en la actualidad porque, según él, 'hoy existe verdadera pasión por la Historia, ya que necesitamos tener una mayor certidumbre de nosotros mismos'. También definió el tiempo que ha abordado como el de la 'revolución demográfica, el declive y transformación de los estamentos tradicionales en que destaca la ola de una burguesía que aspira al poder, con tensiones sociales evidentes, con una economía que se universaliza en torno a la agricultura pero con la industria como un experimento que dará lugar a una sólida transformación'.
En mitad de ese panorama se desarrolla la Ilustración, un fenómeno que, según él, 'no hay que ver como un movimiento, sino como una actitud que se vuelca en la capacidad humana, en la fe nueva del espíritu de la reforma, de la educación, el conocimiento y la racionalización de la vida en una época que empieza a crear la armonización de la cultura y los adelantos técnicos'.
En La Europa del siglo XVIII hay planteamientos novedosos, adelantó Enciso, que es miembro de la Academia de la Historia y presidente de la Sociedad Estatal España Nuevo Milenio. 'Hay mucha novedad en la visión de la burgesía y la Ilustración, en el análisis de la diplomacia y las fuerzas militares, en el tratamiento de la monarquía inglesa y algo, pero menos, en la francesa, aparte de una reflexión muy personal sobre el reino de Prusia'. Todo dentro de un tono en el que, asegura, 'he querido alejarme del mero ensayo y unir rigor y afán de comunicación'.
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