Cuenta atrás para Martínez
Mañana se inicia en Florida el nuevo juicio al español condenado a muerte, al que asistirán 5 senadores españoles
Entre el primer juicio de Joaquín José Martínez, en la primavera de 1997, y el segundo, que comienza mañana, media todo el camino del calvario recorrido combativamente por sus padres: Joaquín, un madrileño menudo, nervioso y semiciego, y su esposa ecuatoriana, la bienhumorada e incombustible Sara. En el tribunal de Tampa (Florida) estarán mañana cinco senadores españoles (Pedro Agramunt y Rosa Vindel, del PP; Jerónimo Saavedra, del PSOE; Victoriano Ríos, de Coalición Canaria, y Manuel Cámara, del Grupo Mixto), Javier Rupérez, embajador en EE UU, Amnistía Internacional y una tropa de periodistas. Como las intervenciones de los Reyes de España, el papa Juan Pablo II y el Parlamento Europeo a favor de Martínez, esta masiva presencia española en Tampa es el fruto de la cruzada de Joaquín y Sara.
Alternando los viajes a las prisiones de Florida para ver a su hijo con campañas en España para recaudar fondos para su defensa, Joaquín y Sara han conseguido que el caso Martínez sea el símbolo del espanto europeo por la persistencia de la pena de muerte en EE UU. Su combate ya dio un primer fruto positivo cuando, en junio del pasado año, el Tribunal Supremo de Florida reconoció que en 1997 el español fue declarado culpable de los asesinatos de Douglas Lawson y Sherrie McCoy, y condenado por ello a morir en la silla eléctrica, en un juicio caracterizado por la mala actuación de la defensa y las irregularidades.
Esta vez, la fiscalía tendrá en su poder aún menos elementos contra Martínez. Pero Chris Watson, el fiscal de Tampa, es un duro entre los duros y peleará para conseguir que el jurado declare culpable a Martínez y le envíe de nuevo al corredor de la muerte. Watson cuenta sobre todo con el testimonio de Sloane Millian, la ex esposa de Martínez y madre de sus dos hijas. Ella fue la que denunció a la policía a Joaquín José y la que declaró bajo juramento que él le confesó ser el autor de las muertes de Lawson y McCoy. ¿Volverá Sloane, maestra de profesión, a crucificar a su ex esposo? Si no lo hace, si se retracta, podría ser condenada a la cárcel por perjurio y perder la custodia de las niñas.
La acusación ha perdido esta semana dos argumentos que le dieron mucho juego en 1997. El pasado lunes, el juez que presidió el primer juicio prohibió que sean utilizados como prueba el sonido y la transcripción del vídeo grabado por Sloane, en el que supuestamente Martínez se incrimina. El juez, eso sí, podrá llamar al banquillo a las personas que escucharon ese vídeo: la propia Sloane y el policía Mike Conigliaro, apostado en el exterior y con escuchas durante la grabación de ese documento.
El segundo tropiezo del fiscal de Tampa se produjo el pasado jueves cuando, en una audiencia para establecer los testigos del caso, no pudo presentar ante el juez a dos presos, Larry Merrit y Kevin Hall, que en 1997 declararon contra Martínez. Merrit aseguró en el primer juicio que, una vez en la cárcel, el español le ofreció dinero para que acusara a un tercero de las muertes. Pero ahora no quiere declarar, al igual que Hall. Un tercer recluso usado en 1997 contra Martínez, Neil Ebling, falleció el año pasado en un intento de fuga.
Como siguen sin aparecer pruebas contundentes, como la pistola y el cuchillo del doble homicidio, prendas del acusado con huellas de sangre o testigos que le vieran en el lugar del crimen, Martínez se enfrentará a partir de mañana y a lo largo de las próximas dos semanas a lo que en conversación con EL PAÍS llama su 'mala suerte con las mujeres'.
Peter Raben, el costoso y eficaz letrado que le defiende ahora, intentará desacreditar ante el jurado el testimonio de Sloane, afirmando que actuó impulsada por los celos, ya que en el momento de autos Joaquín José estaba viviendo con otra mujer, Laura Babcock, una compañera de la empresa en la que trabajaba. Pero en 1997 Babcock no sólo no le dio una coartada a Martínez, sino que declaró en su contra. El recluso afirma que, de nuevo, los celos guiaron a este testigo, ya que Babcock creía que él estaba coqueteando con su hermana menor. El fiscal Watson subrayará ante los 12 miembros del jurado el hecho perturbador de que las dos mujeres en la vida sentimental de Martínez en la fecha de los crímenes coincidan en testificar en su contra.
Martínez no tiene garantizada la absolución. La pena de muerte es popular en Florida y los jurados, muy impresionables. Como es costumbre, la fiscalía intentará exhibir ante el jurado las horribles fotos de los cadáveres de Lawson y McCoy. Pero Martínez se negó en 1997 a declararse culpable a cambio de una sentencia menor y esta vez también ha rechazado un pacto de la fiscalía en ese sentido. Como dice el lema de la cruzada de Joaquín y Sara, esta familia no quiere 'clemencia, sino justicia'.
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