Marruecos
Ante el interés creciente de vuestra publicación por el Reino de Marruecos desde hace ya varias semanas, en particular a través de los artículos publicados los días 25 y 31 de marzo y el 1 de abril del 2001, le ruego tenga a bien publicar esta contribución con el fin de permitir a vuestros lectores un mejor conocimiento de las realidades políticas e históricas de mi país. Numerosos son los puntos que merecen ser destacados, aunque me limitaré a recordar aquellos que merecen ser claramente y objetivamente desarrollados.
En lo que concierne a los fundamentos de las instituciones marroquíes, sus estructuras y las normas que las rigen, es necesario saber que la ceremonia de la pleitesía es anual y consiste en el juramento de fidelidad al soberano, en la que participan los representantes del pueblo y los agentes de la autoridad de todas las regiones de Marruecos. Los militares no toman parte en esta ceremonia.
En el artículo con fecha del 25 de marzo se avanza que el difunto rey, su majestad Hassan II, había marginado a los militares. Se olvida mencionar que el cargo de jefe supremo de las Fuerzas Armadas Reales, que la Constitución confiere al rey de Marruecos, constituye la condición previa ineludible para comprender e integrar la naturaleza de las instituciones marroquíes. En todo caso, en Marruecos, a imagen de los países democráticos del mundo, de ningún modo el Ejército se implica en la gestión de los asuntos políticos del país. Y para cerrar este capítulo conviene subrayar que los militares no juegan ningún papel en las elecciones del consejo consultivo real de nuestras provincias saharianas, puesto que, conforme a la decisión real, el encargado de velar por la preparación y organización de esas elecciones es el primer ministro, el señor Abderrahmane Youssoufi.
En cuanto al tema de los derechos humanos, es útil recordar que Marruecos es uno de los pocos países del mundo que han tenido el coraje de crear una comisión de indemnización de víctimas de desapariciones forzosas y de arrestos arbitrarios, procedimiento que permitió indemnizar a los ex detenidos de Tazmamart, contribuyendo así a la obra de reconciliación nacional y de respeto a la memoria colectiva iniciada por el soberano.
En lo que concierne a las provincias saharianas marroquíes, es de notoriedad internacional que Marruecos representa un caso único en materia de colonización. Desmembrado y parcelado entre Francia, que ocupó el centro del país, y España, que se acaparó del norte y el sur, Marruecos necesitó cuarenta años para recuperar la mayor parte de su integridad territorial. Es además importante subrayar que hasta 1975, con excepción de Marruecos, nadie reclamaba la mínima soberanía sobre el Sáhara marroquí y no existía ninguna entidad denominada 'Polisario'. Esta última no apareció hasta después, constituyendo una entidad instrumentalizada por los enemigos de Marruecos. Pero, convencido de su derecho, Marruecos puso todo en obra para llegar a un proceso referendario. Sin embargo, ante el bloqueo patente procedente de la mala fe de la otra parte, en cuanto al censo de los votantes, una vez más, Marruecos formuló nuevas propuestas constructivas con vistas a solucionar definitivamente esta cuestión conforme a los principios de la legalidad internacional.
En el tema de la inmigración es útil mencionar que, al igual que España, hasta una época reciente, Marruecos es hoy país generador de emigración y de destino. Marruecos trata de luchar contra este fenómeno en la medida de sus posibilidades. Además de las profundas reformas económicas emprendidas, son llevadas a cabo campañas de sensibilización con el propósito de disuadir a los candidatos a la emigración clandestina, tratando de evitarles ser explotados o sufrir en muchos casos las expresiones de xenofobia y racismo.
El enfoque de los países del Norte es fundamentalmente opuesto al de los países del Sur en cuanto a las soluciones que deben ser adoptadas para encauzar este fenómeno, pero es obvio que su responsabilidad no incumbe únicamente a Marruecos: es una cuestión de corresponsabilidad.
En cuanto a las dificultades que encontrarían las empresas españolas para invertir en Marruecos, es útil precisar que Marruecos, consciente de la importancia que representa la inversión extranjera para el desarrollo económico y social del país, ha emprendido las reformas necesarias para crear un entorno sano y transparente para la misma. Numerosas son las empresas españolas que se han visto atribuir licitaciones o concesiones en diversos sectores y que realizan importantes plusvalías a través de sus intereses en Marruecos. Hay que mencionar que los procesos de atribución de licitaciones se han hecho con la mayor transparencia, y los perdedores pertenecientes a grandes países europeos y otros han aplaudido las condiciones que acompañaron dichas adjudicaciones
En último lugar, la no renovación del acuerdo de pesca entre Marruecos y la Unión Europea ha sido interpretado por algunos medios como una actitud negativa hacia España. Cabe recordar aquí que Marruecos ha sido siempre respetuoso con sus compromisos internacionales; particularmente, los términos de los acuerdos que tenía con España y, más tarde, los concluidos con la Unión Europea. Estaba claramente convenido que era el último y que la flota comunitaria tenía que aprovechar los precedentes cuatro años para su reestructuración. Es evidente, pues, que el acuerdo no será concluido a cualquier precio. Deberá conformarse al plan de desarrollo del sector de la pesca marítima corroborado por el Parlamento y el Gobierno, y tener en cuenta la política de preservación de los recursos haliéuticos emprendida por Marruecos.
Nuestros dos países han sabido siempre solucionar sus contenciosos sin recurrir a un planteamiento conflictivo nutrido por una lectura deformada de realidades sociales, económicas y políticas tan complejas. Y sus relaciones de amistad no deberían padecer las exaltaciones y diatribas de periodistas poco ecuánimes, ya sean de una parte u otra.-
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