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Dos grandes estudios genéticos apoyan el origen africano del hombre moderno

El genoma humano indica que los europeos actuales surgieron hace sólo 50.000 años

El hombre moderno, la especie Homo sapiens, a la que pertenecen todos los seres humanos actuales, surgió como tal en Africa, hace unos 100.000 años y desde allí se extendió por Europa y Asia, donde reemplazó, sin cruzarse con él, al Homo erectus, también de origen africano, que había salido del continente mucho antes (hace un millón de años) y cuyo final fue la extinción. Aunque en Europa una reciente investigación genética ya indicaba que el hombre de Neandertal, población arcaica europea, no había contribuido al genoma actual, el tema no estaba tan claro en Asia, donde algunos fósiles eran interpretados como la mezcla de varias especies e incluso se pretendía que indicaban el origen asiático del hombre moderno.

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Ahora, un gran estudio del cromosoma Y de más de 12.000 individuos asiáticos de 163 poblaciones de 13 regiones distintas, refuerza la hipótesis del origen africano y reciente del hombre moderno. El cromosoma Y, que se transmite de padre a hijo sin recombinarse, se considera una herramienta potente para estudiar la evolución humana desde el punto de vista molecular. En este cromosoma se habían detectado ya tres pequeñas secuencias que, por separado, indican un origen común y africano de los individuos que las poseen.

Cuando los científicos, en su mayoría chinos, del estudio actual, lo iniciaron, sabían que si encontraban un solo individuo sin alguna de estas tres secuencias, la hipótesis del origen africano empezaría a tambalearse. Los investigadores chinos, en colaboración con otros de Indonesia y con algunos de los más potentes equipos estadounidenses y europeos del genoma humano, aseguran hoy en la revista Science que no ha habido sorpresas. Ni uno sólo de los individuos estudiados ha resultado pertenecer a una especie más antigua que la actual; todos tienen al menos uno de los indicadores genéticos del origen africano, lo que indica que también en Asia la nueva oleada de homínidos reemplazó totalmente a las poblaciones anteriores y que muy probablemente no hubo mezcla.

En el segundo estudio, los investigadores del Instituto Whitehead de EE UU, otro de los centros emblemáticos del genoma humano, han buscado otra cosa: la situación y frecuencia de los cambios en sólo una base química del material genético (los SNP), lo que puede servir, por asociación, para encontrar genes asociados a enfermedades hereditarias. Lo que han encontrado, al buscar estas pequeñas modificaciones en 19 regiones del genoma de 44 residentes de Utah (EE UU), de origen europeo, es que tienen un genoma sorprendentemente parecido. Larguísimas ristras (de 60.000 unidades como media) de los pares de bases químicas que forman el ADN de estos individuos son idénticas, a pesar de que se había predicho que esta identidad no superaría los pocos miles de bases de longitud.

Por una parte, este estudio permite pensar que existen menos SNPs de los previstos y que va a ser más fácil encontrar los asociados con enfermedades. Por otra parte, este estudio preliminar (publicado ayer en Nature) cuenta también en cierto modo la historia de los europeos. Estas zonas idénticas del genoma son regiones conservadas de generación en generación, que indican un ancestro común. La comparación con 48 individuos suecos lleva a la conclusión de que los europeos descienden todos ellos de muy pocos individuos, un centenar probablemente, que iniciaron en Europa una nueva población hace entre 27.000 y 53.000 años. Como contraste, en la población yoruba, de Nigeria, los investigadores han encontrado que los fragmentos idénticos en diferentes personas tienen una longitud mucho menor, lo que indica un mayor número de ascendientes (el ancestro común es mucho más antiguo) y mayor dificultad también para encontrar los genes de enfermedades.

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