El tercer pilar
Declaraba hace unos días un consejero del BCE al Financial Times que los miembros de ese órgano de decisión son como la nata, que cuanto más se bate más se endurece. En consecuencia, sólo cuando cesaran las diversas e insistentes sugerencias sobre la conveniencia de que el BCE se incorporara al resto de los más importantes bancos en la reducción de los tipos de interés, éste llevaría a cabo esa esperada decisión. Y así ha sido. A partir de ahora la estrategia de política monetaria del BCE de los dos pilares deberá incorporar uno adicional, que se imponga a los otros precedentes: el que registre la intensidad de las presiones del entorno, con independencia de su justificación. Su medición puede generar distorsiones, pero quizás no muchas más que las que reconoce el propio BCE en la estimación del primer pilar, el agregado monetario M3 (oferta monetaria), cuyo valor de referencia se fijó, en diciembre de 1998, en el 4.5% de crecimiento interanual.
El presidente del BCE concluía en su comparecencia de ayer ante los medios de comunicación que, de la evolución de esa amplia medida de la oferta monetaria, no se deducen amenazas a medio plazo sobre la preservación del objetivo de inflación en el máximo establecido. Otro tanto ocurre, también según la comparecencia de Win Duisemberg, con los peligros derivados del análisis del segundo pilar, comprensivo de un amplio conjunto de variables económicas y financieras adicionales, expresivas más o menos directamente de la evolución de los precios. La disminución de esos riesgos es amparada ahora, según el BCE, en la mayoría de las previsiones, incluidas las de crecimiento y las negociaciones salariales en curso. Los factores externos de carácter extraordinario (energía y alimentos frescos) que habían impedido hasta ahora la relajación monetaria, se presentan hoy en proceso de desaparición, compatibles con la reconducción hacia niveles inferiores al 2% de la tasa de variación de los precios. El resultado: un panorama manifiestamente positivo para la evolución de la inflación.
¿Han cambiado tanto las cosas en las dos últimas semanas? Realmente, no. Esas consideraciones sobre los dos pilares bien podrían haber amparado la misma decisión de bajar los tipos en la anterior reunión del Consejo del BCE. Lo que en realidad ha cambiado ha sido el tercer pilar: el ruido de las vísperas. Y si lo que pretendía era sorprender, lo ha conseguido. La duda que a cualquier analista le alberga ahora es si la legitimación de la función de una institución como la domiciliada en Francfort es precisamente despistar. No hace falta mirar a la Reserva Federal y a los bancos centrales con más tradición, para concluir que, probablemente, no.
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