Ablación genital
La fiscalía del Tribunal Superior de Aragón abrió ayer diligencias en relación con los seis casos de ablación genital de niñas africanas descubiertos en esa comunidad. Este periódico ha documentado al menos una treintena de mutilaciones practicadas en nuestro país, pero son cientos los casos de niñas nacidas en España que han sido sometidas a la ablación aprovechando viajes de sus padres a los países de origen, particularmente Malí, Gambia, Senegal y Mauritania.
La ablación del clítoris y demás prácticas destinadas a eliminar la sexualidad de la mujer es habitual en más de veinte países africanos. Supersticiones y tradiciones atávicas se mezclan con prejuicios religiosos para justificar esa obvia agresión a los derechos humanos. Hay pruebas de que se practicaba en el Egipto de los faraones, por lo que no puede considerarse una derivación del islamismo, aunque sea costumbre extendida en algunos países en los que ésa es la religión dominante. A finales de 1997, la Corte Suprema de Egipto la declaró ilegal y ajena a las enseñanzas del Corán. En el Reino Unido está tipificada como delito. No así en España, aunque puede incluirse entre los supuestos del delito de lesiones, por lo que en teoría es perseguible por la justicia. No se tiene noticia, sin embargo, de que haya prosperado ninguna de las denuncias presentadas por quienes han tenido conocimiento de casos concretos.
Tal vez sea conveniente precisar la ley para contribuir desde ella a erradicar esa costumbre inhumana. Pero el problema no es sólo jurídico. Ahora que en nuestro país comienza el debate sobre los potenciales conflictos entre el respeto a la singularidad cultural y a los derechos humanos, este ejemplo ilustra los límites del relativismo moral de quienes sostienen que no existen valores universales y que las costumbres sólo pueden juzgarse desde el interior de cada cultura. Hay límites, como la mutilación genital de las mujeres (o su esclavización por los talibán), que nunca podrán traspasarse legítimamente en nombre de la tradición.
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