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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush se afianza

George W. Bush cumple sus cien días en la Casa Blanca con una popularidad afianzada: 63% de los ciudadanos, según las encuestas, aprueban su gestión. Paradójicamente, para un presidente poco viajado y versado sobre el extranjero, es la política exterior la que le ha servido más dentro de EE UU, aunque es difícil en tan poco tiempo labrarse tantos recelos fuera.

Las dudas sobre su legitimidad que arrojó la compleja lucha sobre los resultados electorales han quedado, si no disipadas para un amplio sector de los demócratas, olvidadas por los posteriores recuentos y, sobre todo, por las acciones exteriores. Primero, con el bombardeo contra Irak, Bush dejó claro que él era el comandante en jefe. Pronto indispuso a europeos, rusos y chinos al anunciar su decisión de ir adelante con un escudo antimisiles, y expulsó por espionaje a 50 diplomáticos rusos. Rechazó el Protocolo de Kioto sobre limitación de las emisiones atmosféricas tóxicas, aunque con los europeos ha llegado a un acuerdo tras años de complejas negociaciones sobre el comercio del plátano. También ha cambiado la política de Clinton de acercamiento a Corea del Norte por otra de confrontación.

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El último episodio toca de lleno a China. Bush se ha enfrentado a Pekín por la crisis del avión espía estadounidense y la gestión de este incidente le ha reportado muchos beneficios internos, por su supuesta moderación. Pero esto no era la guerra fría ni la crisis de los misiles de Cuba, ni los 24 tripulantes del avión fueron nunca rehenes. Ahí queda sembrada una mala semilla, a la que no ha ayudado la decisión de venta de armamento a Taiwan y el compromiso presidencial de defender enérgicamente a la isla de cualquier amenaza china.

La gran excepción en sus primeros pasos es América Latina, hacia la que el ex gobernador de Tejas sí muestra una especial sensibilidad, reflejo del cambio interno en su país. Según el último censo del 2000, los hispanos -más de 40 millones si se incluye la inmigración ilegal- se han convertido en la primera minoría, y han hecho de EE UU el segundo país de habla hispana del mundo, detrás de México. Esto es lo que hace que cualquier comparación con la Doctrina Monroe de 'América para los americanos' no sirva, pues América Latina está ya en EE UU.

Es la agenda de la política interna la que parece no dominar aún Bush. Presentó, hábilmente, un plan de reforma de la educación, y las grandes líneas de unos presupuestos para el ejercicio 2001-2002 que contemplan reducciones de impuestos, más gastos en defensa y en educación y menos en servicios sociales, sanidad y transportes. Pero a la vez, el Senado, partido por dos entre demócratas y republicanos, le está marcando el terreno y la agenda, al aprobar un marco de rebaja fiscal menor que el que Bush pretendía y un cambio en la financiación de los partidos y las candidaturas políticas de forma que resulte más clara y transparente, en contra de los deseos del presidente.

De momento, Bush gana peso dentro a cuenta de lo que hace fuera. Aunque ni siquiera sus aliados las tienen todas consigo y sobre su gestión pende la espada de Damocles de una recesión.

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