Crece el temor en el Reino Unido por el peligro ambiental de la quema de animales
Mientras más de 4.000 animales ardían ayer en una nueva y monumental pira levantada en Devon, al suroeste de Inglaterra, para evitar la propagación de la fiebre aftosa, el Gobierno británico se enfrentó ayer a las críticas de ciudadanos y ecologistas por los peligros sanitarios derivados de los 63 gramos de dioxinas liberadas a la atmósfera durante las seis primeras semanas de la crisis ganadera provocada por la infección. Dicha cantidad equivale a un 18% de la media anual de estas emisiones en el Reino Unido. Michael Meacher, ministro de Medio Ambiente, ha admitido el riesgo sanitario de las dioxinas (aumentan el riesgo de padecer cáncer), pero ha precisado también que era imposible llevar a las incineradoras a cerca de dos millones de animales.
El ministerio de Sanidad admitió, por otra parte, que investiga la posibilidad de que un matarife de Cumbria, al noroeste del Reino Unido, haya podido contraer el virus de la aftosa. De confirmarse, se trataría del segundo caso registrado nunca en el país. El profesional en cuestión lleva varias semanas sacrificando cabezas de ganado en Cumbria y ha estado en estrecho contacto con los animales infectados. Los resultados de los análisis de sangre a que ha sido sometido no estarán listos hasta el miércoles, pero portavoces de Sanidad han admitido que parece presentar 'todos los síntomas del virus, con aftas en las manos y pies además de en la boca'. Que se sepa, sólo un granjero británico se contagió de sus animales en 1966, durante el anterior brote del virus. A diferencia de la versión humana del mal de las vacas locas, la fiebre aftosa no es mortal ni tampoco deja efectos secundarios graves.
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