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Reportaje:

Negativos congelados

La colección de 65 millones de fotografías adquiridas por Bill Gates estará protegida de su destrucción en una antigua mina de Pensilvania

Enric González

Bill Gates no sólo es dueño de una descomunal fortuna y de la empresa informática más poderosa del mundo. El magnate de Microsoft también es propietario de un gran pedazo de la memoria colectiva: el archivo fotográfico Bettmann, con 17 millones de imágenes, entre las que figuran varias de las más célebres del siglo XX; el archivo de United Press International, el del Chicago Tribune, el del Daily News de Nueva York, el de la agencia Sygma, son suyos. En total posee más de 65 millones de fotos. Todo ese material quedará pronto a salvo del tiempo y también de la curiosidad humana: en otoño será congelado y enterrado a 70 metros de profundidad.

La colección de Otto Bettmann es célebre por su azarosa historia y por su volumen. Bettmann la sacó clandestinamente de la Alemania nazi en 1935, oculta en cajas de carga, y consiguió llevarla hasta Nueva York, donde siguió haciéndola crecer hasta convertirla en el archivo de imágenes más importante del mundo. ¿Einstein sacando la lengua? Eso es de Bettmann. ¿El niño John John Kennedy saludando el féretro de su padre? También Bettmann. ¿Jimmy Hendrix en el escenario de Woodstock? Bettmann, por supuesto.

Corbis, una sociedad de Gates, compró Bettmann en 1995. El magnate, obsesionado por la imagen (su inmensa casa-ciudad no tiene cuadros, sino pantallas de cristal líquido que pueden ofrecer casi cualquier fotografía o pintura existente), siguió adquiriendo colecciones: la de UPI, los archivos de los periódicos de Randolph Hearst, la colección Scripps. También compró derechos sobre pintura. Cada vez que se reproduce un cuadro de la National Gallery de Londres o del Hermitage de San Petersburgo, Gates cobra unos dólares. En pleno proceso de acumulación empezó a preocuparse sobre cómo conservar todo ese material. La colección Bettmann, por ejemplo, está amontonada en un edificio de Nueva York, entre un penetrante aroma a vinagre: el olor de la fotografía en descomposición. Las fotos más antiguas y más valiosas están en dos congeladores para evitar su pérdida definitiva.

Gates encontró la solución en una remota mina de piedra caliza, a unos 100 kilómetros de Pittsburgh (Pensilvania). Cuando la mina dejó de explotarse se convirtió en una cámara de conservación de objetos perecederos: 30 kilómetros de túneles y salas blindadas, a 70 metros de profundidad y siempre por debajo de cero grados, donde ya están guardados cantidad de objetos: grabaciones originales de Elvis Presley, archivos médicos, fotografías aéreas realizadas por el Gobierno de EE UU y todo tipo de documentos, públicos y privados.

Los 65 millones de fotografías de Gates ocuparán una de las salas. El problema es que nadie tendrá acceso a ese material. Sólo 225.000 imágenes se han digitalizado. '¿Cuál es el objetivo de guardar las fotos si nadie puede verlas?', se pregunta Gail Buckland, una historiadora de la fotografía que ha trabajado en el archivo Bettmann. Hay otra pregunta obvia: ¿por qué no se digitaliza todo el archivo?

Bill Hannigan, director editorial de Corbis, explicó a The New York Times que no había tiempo para digitalizar. En enero, cuando ya habían traspasado 225.000 imágenes a soporte electrónico (a un coste de 20 dólares por unidad), se dieron cuenta de que iban a necesitar 25 años para concluir el trabajo. 'Y la mayoría de las fotografías iban a perderse antes', declaró Hannigan. Había 79 personas dedicadas a la tarea; algunos críticos indican que Gates podía haber contratado a muchas más. Se optó, sin embargo, por la solución más rápida y más económica: en el almacén subterráneo trabajarán dos personas, una dedicada a inventariar, y la otra, a escanear. Cuando alguien requiera una imagen concreta, se descongelará y se digitalizará.

Ésa es una solución con inconvenientes. El inventario no está aún realizado; incluso cuando esté hecho, es muy difícil elegir una fotografía a partir de una simple descripción. La prueba de que el tesoro gráfico de Gates contiene muchas joyas ocultas apareció hace poco, durante el proceso de digitalización: se encontró una imagen del trompetista Miles Davis, fechada en 1959, en la que el músico aparecía ensangrentado mientras un policía neoyorquino le detenía.

Las opiniones, como casi siempre cuando se trata de Bill Gates o de alguno de sus proyectos, son muy favorables o muy desfavorables. La historiadora Gail Buckland encabeza a los críticos, con los siguientes argumentos: no todas las imágenes tienen problemas de conservación, por lo que una parte podía mantenerse al alcance del público; otras grandes colecciones, como la Biblioteca del Congreso de EE UU, son preservadas en instalaciones mucho menos remotas que la mina de Pensilvania, y, en último extremo, Gates es lo bastante rico como para contratar a miles de técnicos y digitalizarlo todo en unos meses, o descubrir métodos nuevos de conservación.

Pero el magnate de la informática y de la imagen también cuenta con apoyos. Gates ha conseguido la colaboración técnica de Henry Wilhelm, un destacado especialista en conservación cinematográfica, quien defiende la idea de la congelación eterna. 'El objetivo es preservar los originales durante miles de años', asegura Wilhelm. 'Dentro de miles de años', añade Wilhelm, 'Gates será recordado por haber salvado y haber hecho digitalmente accesible una parte esencial de la historia gráfica de la humanidad'.

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